El tema del juego tiene un lugar importante en la obra de Egon Wolff. Sus muy diversos modos de actualización en la extensa dramaturgia de este autor pueden sintetizarse en dos, que aparecen a lo largo de su producción con distintos matices y combinaciones. Por una parte, fundamenta las convenciones rituales de la cotidianeidad de los personajes, con funciones de disimulo y protección ante la realidad social que éstos perciben hostil. En este caso, el juego constituye un recurso para neutralizar y manipular al otro en beneficio propio, mediante el enmascaramiento. Pero también lo lúdico aparece con las características libertarias y creativas que le son propias, presentándose como una opción autentificadora.