Varias son las novedades que se incorporan en el Quijote en 1615. Entre ellas, recuérdese la diferencia de metas que tiene el personaje cervantino al salir por tercera vez; el carácter educador que adquiere el texto; el valor del dinero (de lo mágico a lo social); la connotación de los espacios cerrados; el protagonismo de los animales; el “encuentro” que don Quijote tiene con su dama (tres veces “cree” tenerla ante sí); la representación se convierte en el gran motivo en esta segunda parte; un Sancho nuevo, contaminado por su relación con su amo; el conocimiento de la existencia del Quijote de 1605 que se convierte en un referente esencial de los protagonistas; el proceso de degradación que experimenta don Quijote y que lo conduce a la muerte; la variación del concepto de novela intercalada…. Son algunas de las novedades que ofrece el texto de 16151, sin dejar de mencionar aquellas que estaban presentes en 1605 y que siguen estando vigentes: la misión caballeresca y su rol estructurador, la función de los encantamientos, la presencia de la sin par Dulcinea del Toboso, la ínsula y el retorno a casa como caracterizador de Sancho, la mesura y la cólera como conductas habituales de don Quijote, la cordura y la locura como caracterizadores del héroe, que son productos de su monomanía y que finalmente lleva a definirlo como cuerdo-loco2, son motivos que se reiteran en las dos partes.

Quiero reflexionar, en este momento, sobre la presencia y el sentido que adquiere el bachiller Sansón Carrasco3 que es protagonista clave en la segunda parte, tanto en la estructura del texto como en el caminar de don Quijote hacia su último destino: la muerte. Son dos las funciones clave que él representa: dar a conocer a don Quijote y Sancho la existencia de una novela (la de 1605) que relata sus vidas y aventuras, y, en segundo lugar, hacer que don Quijote regrese a casa. Además, encarna, también, uno de los motivos centrales en 1615: me refiero a la representación, que conlleva, en sí, el enmascaramiento y el encantamiento, como se verá más adelante. Todo ello es clave en su totalidad.

Cuatro son las situaciones en que la figura del bachiller logra concentrar el primer plano de la novela: el momento en que revela a ambos su conversión en personajes literarios y la conversación con ambos sobre lo sucedido en 1605 (cap. 2, 3, 4 y 7); su enmascaramiento como Caballero de los Espejos y su derrota (cap. 12 a 16); su enfrentamiento con don Quijote encarnando al Caballero de la Blanca Luna (cap. 64 y 65), y su presencia en la muerte de don Quijote (cap. 73-74).

Existen otras instancias en que se le menciona en momentos secundarios4.
Las primeras menciones del bachiller aparecen en los capítulos segundo, tercero, cuarto y séptimo. En el momento en que ambos personajes cervantinos conversan sobre temas atingentes a su condición caballeresca y escuderil, don Quijote pregunta a Sancho qué se piensa y qué se comenta de él. La respuesta de Sancho le informa que ha llegado a la aldea Sansón Carrasco con la nueva que la vida de don Quijote ha sido novelada por un historiador moro, Cide Hamete Benengeli, con el nombre de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. Don Quijote, asombrado, supone que debe ser un encantador, amigo o enemigo, y le pide a Sancho que lo traiga a su presencia, y se preocupa de la condición morisca del autor, pues todos son “…. embelequeros, falsarios y quimeristas” (cap. 3).

La llegada de Sansón Carrasco muestra, desde el principio, su carácter burlesco, malicioso y socarrón. De entrada da inicio al motivo de la representación, pues se arrodilla ante él y lo trata según las normas caballerescas: 

“—Déme vuestra grandeza las manos, señor don Quijote de la Mancha; que por los hábitos de San Pedro que visto, aunque no tengo otras órdenes que las cuatro primeras, que es vuestra merced uno de los más famosos caballeros andantes que ha habido, ni aun habrá, en toda la redondez de la tierra. Bien haya Cide Hamete Benengeli, que la historia de vuestra grandeza dejó escrita, y rebién haga el curioso que tuvo cuidado de hacerlas traducir de arábigo en nuestro vulgar castellano, para universal entretenimiento de las gentes” (cap. 3). 

Certifica Sansón Carrasco que, en verdad, existe una novela que historia su vida5, que su autor es moro, que existen más de doce mil libros impresos en distintos lugares y que, en una clara premonición, piensa que “…. no ha de haber nación y lengua donde no se traduzca” (cap. 3).

Don Quijote se siente halagado y pide información sobre cuáles de sus aventuras son las más conocidas y preferidas, a lo que Sansón Carrasco responde: 

“—En eso –respondió el bachiller– hay diferentes opiniones, como hay diferentes gustos: unos se atienen a la aventura de los molinos de viento, que a vuestra merced le parecieron Briareos y gigantes; otros a la de los batanes; éste, a la descripción de los dos ejércitos, que después parecieron ser dos manadas de carneros; aquel encarece la del muerto que llevaban a enterrar a Segovia; uno dice que a todas se aventaja la de la libertad de los galeotes; otro, que ninguna iguala a la de los dos gigantes benitos con la pendencia del valeroso vizcaíno” (cap. 3).

Clarifica, también, Sansón Carrasco la diferencia entre ficción y realidad, entre poesía e historia, y la aplica a la vida de don Quijote: “… uno es escribir como poeta y otro como historiador: el poeta puede contar o cantar las cosas, no como fueron, sino como debían ser; y el historiador las ha de escribir, no como debían ser, sino como fueron, sin añadir ni quitar a la verdad cosa alguna”.

Sancho pregunta, a su vez, sobre su incorporación en el texto recién editado, a lo que el bachiller responde adecuadamente; habla sobre la claridad y la manera cómo ha sido recepcionada la novela por el pueblo, lo que concuerda con lo sostenido en el Prólogo de 1605: 

“… es tan clara, que no hay cosa que dificultar en ella: los niños la manosean, los mozos la leen, los hombres la entienden y los viejos la celebran; y, finalmente, es tan trillada y tan leída y tan sabida de todo género de gentes, que apenas han visto un rocín flaco, cuando dicen “Allí va Rocinante”. Y los que más se han dado a su lectura son los pajes: no hay antecámara de señor donde no se halle un Don Quijote: unos le toman si otros le dejan; estos le embisten y aquellos le piden. Finalmente, la tal historia es del más gustoso y menos perjudicial entretenimiento que hasta agora se haya visto, porque en toda ella no se descubre, ni por semejas, una palabra deshonesta ni un pensamiento menos que católico” (cap. 3).

Sansón Carrasco se hace cargo de tres críticas que recibió la novela cervantina en su tiempo: la incorporación de las novelas intercaladas (se nombra directamente El curioso impertinente), el caso del robo y recuperación del asno de Sancho, el destino final de los cien escudos encontrados en Sierra Morena. Al primero da respuesta don Quijote; de los otros dos se hace cargo Sancho.

Sansón logra la confianza de don Quijote, el que le da a conocer que dentro de pocos días saldrá de nuevo, por tercera vez, a ejercer la misión caballeresca y le pide consejo en cómo realizar tal salida: el bachiller le aconseja ir al reino de Aragón, a Zaragoza concretamente, y participar en unas justas que se realizarían en honor de San Jorge “en las cuales podría ganar fama sobre todos los caballeros aragoneses, que sería ganarlas sobre todos los del mundo” (cap. 4). Don Quijote ruega al bachiller que mantenga en secreto la decisión de salir por tercera vez, el narrador dice al respecto: “Todo lo prometió Carrasco”6.

Sansón Carrasco pone en conocimiento del cura y del barbero las intenciones de don Quijote de echarse al camino de nuevo, y entre los tres deciden una estratagema mediante la cual obligarían a don Quijote a volver a casa. Para ello, Sansón Carrasco se disfrazaría de caballero andante, retaría a duelo a don Quijote, lo vencería y de acuerdo con lo presupuestado, lo haría volver a su aldea, donde permanecería dos años sin ejercer su función caballeresca7.

Volvamos atrás (en el capítulo 4, don Quijote había confesado sus intenciones al bachiller y le había pedido guardase en secreto su tercera salida). En el capítulo 7 nos volvemos a encontrar con Sansón Carrasco quien, en contra de la opinión del ama, anima e incita a don Quijote a emprender de nuevo el camino: “… yo sé que es determinación precisa de las esferas que el señor don Quijote vuelva a ejecutar sus altos y nuevos pensamientos, y yo encargaría mucho mi conciencia si no intimase y persuadiese a este caballero que no tenga más tiempo encogida y detenida la fuerza de su valeroso brazo y la bondad de su ánimo valentísimo, porque defrauda con su tardanza el derecho de los tuertos, el amparo de los huérfanos, la honra de las doncellas, el favor de las viudas y el arrimo de las casadas, y otras cosas deste jaez, que tocan, atañen, dependen y son anejas a la orden de la caballería andante…” (cap. 7).

En este mismo capítulo, la actitud de Sansón en cuanto se ofrece para desempeñarse como escudero de don Quijote, permite un acercamiento entre amo y escudero que va a perdurar hasta el final. Sancho, en quien aún predomina lo material, le pide a su amo le asigne un salario: “…. Yo quiero saber lo que gano, poco o mucho que sea; que sobre un huevo pone la gallina, y muchos pocos hacen un mucho, y mientras se gana algo no se pierda nada…. ” (cap. 7), a lo que don Quijote responde que “… quiero decir y os digo, que si no queréis venir a merced conmigo y correr la suerte que yo corriere, que Dios quede con vos y os haga un santo; que a mí no me faltarán escuderos más obedientes, más solícitos, y no tan empachados y habladores como vos” (cap. 7).

Sansón Carrasco llega en este preciso momento y sus palabras enlazan directamente con lo que está sucediendo: primero urge a don Quijote a salir por tercera vez (“Ea, señor don Quijote mío, hermoso y bravo, antes hoy que mañana se ponga vuestra merced y su grandeza en camino…”), segundo, incluso está dispuesto a ser su escudero (“¡y si alguna cosa faltare para ponerle en ejecución, aquí estoy yo para suplirla con mi persona y hacienda; y si fuere necesidad servir a su magnificencia de escudero, lo tendré a felicísima ventura!”). Lo dicho por Carrasco enternece a Sancho y sus ojos se llenan de lágrimas, y sus palabras y actitud constituyen uno de los momentos en que se lo retrata de cuerpo entero: “No se dirá por mí, señor mío, el pan comido y la compañía deshecha; sí, que no vengo yo de alguna alcurnia desagradecida; que ya sabe todo el mundo, y especialmente mi pueblo, quién fueron los Panzas, de quien yo desciendo, y más, que tengo conocido y calado por muchas buenas obras, y por más buenas palabras, al deseo que vuestra merced tiene de hacerme merced…”

Admirado quedó Sansón con las palabras y disposición de Sancho, indignadas ama y sobrina por la promesa no cumplida por Sansón y reconciliados don Quijote y Sancho. Pasados tres días, don Quijote y Sancho emprenden camino a Zaragoza, le prometen a Sansón darle a conocer dónde se encontrarían. Sansón vuelve a su lugar de origen.

*

El segundo momento en que Sansón Carrasco tiene rol protagónico se sitúa entre los capítulos 12 y 15 en que lo encontramos convertido en Caballero de los Espejos o Caballero del Bosque8. En él se va a concentrar el motivo de la representación, lo que viene precedido por la conversación entre ambos en relación con la comedia en que los personajes adquieren personalidades ficticias para volver a ser lo que son en realidad9. Sancho clarifica lo dicho con lo aseverado en torno a las piezas del ajedrez10: “… mientras dura el juego, cada pieza tiene su particular oficio; y en acabándose el juego, todas se mezclan, juntan y barajan, y dan con ellas en una bolsa, que es como dar con la vida en la sepultura” (cap. 12).

Se produce el encuentro con el Caballero de los Espejos y ambos se cuentan sus cuitas de amor, a la vez que Sancho y el otro escudero se apartan para dejar solos a sus amos y contarse sus respectivas historias. En dicha conversación es de hacer notar que Sancho cree que el otro es un escudero real, pero éste (según se indicará posteriormente) no es otro que un vecino y compadre de Sancho, que sabe la realidad de lo que está pasando, lo que proporciona a este momento una connotación especial. Ambos escuderos se caracterizan a sí mismos y lo hacen también con sus amos, a razón de lo que se encuentra, aquí, una de las visiones más exactas y precisas de don Quijote y que revela la relación amo-escudero. Dice Sancho: “…. Tiene un alma como un cántaro: no sabe hacer mal a nadie, sino bien a todos, ni tiene malicia alguna: un niño le hará entender que es de noche en la mitad del día, y por esta sencillez le quiero como a las telas de mi corazón, y no me amaño a dejarle, por más disparates que haga” (cap. 13).

La relación entre ambos escuderos es notable, también, en el sentido de compartir lo que poseen; el del Caballero del Bosque invita a Sancho a beber “… con una gran bota de vino y una empanada de media vara…”. Sancho, dice el narrador “…. Estuvo mirando las estrellas un cuarto de hora….”, y, luego, termina este primer momento: “… tanto hablaron y tanto bebieron los dos buenos escuderos, que tuvo necesidad el sueño de atarles las lenguas y templarles la sed, que quitársela fuera imposible; y así, asidos entrambos de la ya casi vacía bota, con los bocados a medio mascar en la boca, se quedaron dormidos…” (cap. 13).

¿Qué ha pasado con don Quijote y el Caballero del Bosque, en tanto sus escuderos beben, comen y duermen?

El Caballero de los Espejos relata a don Quijote sus andanzas de tipo amoroso que lo han llevado a enfrentarse a varios caballeros andantes. Su dama, Casildea de Vandalia, lo ha obligado a cumplir diferentes tareas y ahora le ha encomendado que: “… discurra por todas las provincias de España y haga confesar a todos los caballeros que por ella vagaren que ella sola es la más aventajada en hermosura de cuantas hoy viven, y que yo soy el más valiente y el más bien enamorado caballero del orbe; en cuya demanda he andado ya la mayor parte de España, y en ella he vencido muchos caballeros que se han atrevido a contradecirme” (cap. 14), para agregar algo inaudito para don Quijote que lo escucha admirado y que está a punto de tratarlo de mentiroso: “Pero lo que yo más precio y ufano es de haber vencido en singular batalla a aquel famoso caballero don Quijote de la Mancha, y héchole confesar que es más hermosa mi Casildea de Vandalia que su Dulcinea, y en solo este vencimiento hago cuenta que he vencido a todos los caballeros del mundo, porque el tal don Quijote que digo los ha vencido a todos; y habiéndole yo vencido a él, su gloria, su fama y su honra se ha transferido y pasado a mi persona” (cap. 14).

Don Quijote aclara la situación, se identifica, atribuye a algún encantador la falsa imagen y plantea el duelo para dilucidar el caso, lo que es aceptado por el del Bosque: “… ha de ser condición de nuestra batalla que el vencido ha de quedar a la voluntad del vencedor, para que haga dél todo lo que quisiera, con tal que sea decente a caballero lo que se le ordenare” (cap. 14).

La narración vuelve a centrarse en los escuderos y el del Caballero del Bosque le dice a Sancho que según las normas de los peleantes de Andalucía mientras sus padrinos combaten, ellos también deben hacerlo hasta “hacernos astillas”. Sancho rechaza lo sugerido por el otro escudero y otras propuestas; ante la insistencia del innominado (hasta ahora) escudero, Sancho establece que: “… no seré yo tan descortés ni tan desagradecido, que con quien he comido y bebido trate cuestión alguna, por mínima que sea, cuanto más que estando sin cólera y sin enojo, ¿quién diablos se ha de amañar a reñir a secas?” (cap. 14).

Se realiza el combate11 y para sorpresa de don Quijote y Sancho aparece ante sus ojos la cara de Sansón Carrasco, e inmediatamente el escudero del Caballero de los Espejos se identifica como Tomé Cecial, vecino y compadre de Sancho. Todo parece cosa de encantamiento y Sancho propone matarlo, pues lo cree uno de sus encantadores enemigos. Don Quijote coloca su espada sobre el rostro del vencido Caballero de los Espejos: 

“—Muerto sois, Caballero si no confesáis que la sin par Dulcinea del Toboso se aventaja en belleza a vuestra Casildea de Vandalia; y además de esto habéis de prometer (… ) ir a la ciudad del Toboso y presentaros en su presencia de mi parte, para que haga de vos lo que más en voluntad le viniere…” (cap. 14). 

El Caballero del Bosque, vencido y en peligro de muerte, se ve obligado a acceder a lo solicitado, pero lo hace con una profunda ironía y sarcasmo: 

“—Confieso –dijo el caído caballero– que vale más el zapato descocido y sucio de la señora Dulcinea del Toboso que las barbas mal peinadas, aunque limpias, de Casildea, y prometo de ir y volver de su presencia a la vuestra, y daros entera y particular cuenta de lo que me pedís” (cap. 14). 

Además, don Quijote le impone otra condición relativa a su identidad: 

“También habéis de confesar y creer que aquel caballero que vencistes no fue ni pudo ser don Quijote de la Mancha, sino otro que se le parecía, como yo confieso y creo que vos, aunque parecéis el bachiller Sansón Carrasco, no lo sois, sino otro que le parece y que en su figura aquí me lo han puesto mis enemigos, para que detenga y temple el ímpetu de mi cólera, y para que use blandamente de la gloria del vencimiento” (cap. 14).

En el capítulo 15, que cierra el segundo momento de la participación de Sansón Carrasco en la vida caballeresca de don Quijote, el narrador aclara las razones que llevaron al bachiller a transformarse en El Caballero del Bosque y a tomar como escudero a Tomé Cecial. Sansón Carrasco ha quedado herido moralmente al ser derrotado por don Quijote y aquí se engendra en él el motivo de la venganza:

“… pensar que yo he de volver a la mía (… casa…) hasta haber molido a palos a don Quijote es pensar en lo excusado, y no me llevará ahora a buscarle el deseo de que cobre su juicio, sino el de la venganza; que el dolor grande de mis costillas no me deja hacer más piadosos discursos” (cap. 15). 

*

El tercer momento está signado por el enfrentamiento con el Caballero de la Blanca Luna que se realiza en las playas de Barcelona, el que es narrado en capítulo 64. Don Quijote es desafiado a combatir esgrimiendo razones que pertenecen al mundo caballeresco: la supremacía de la belleza de la amada; además, una condición es puesta por el Caballero de la Blanca Luna: si lo derrota debe retirarse un año de sus andanzas caballerescas “…. Porque así conviene al aumento de tu hacienda y a la salvación de tu alma…” y si es derrotado “… serán tuyos los despojos de mis armas y caballo, y pasará a la tuya la fama de mis hazañas” (cap. 64).

Don Quijote acepta las condiciones del desafío, pero rechaza la segunda. Termina derrotado y el Caballero de la Blanca Luna le exige el cumplimiento de lo acordado. La situación es la siguiente: 

 “Don Quijote, molido y aturdido, sin alzarse la visera, como si hablara dentro de una tumba, con voz debilitada y enferma, dijo: “– Dulcinea del Toboso es la más hermosa mujer del mundo, y yo el más desdichado caballero de la tierra, y no es bien que mi flaqueza defraude esta verdad. Aprieta, caballero, la lanza, y quítame la vida, pues me has quitado la honra” (cap. 64).

Nótese el estado anímico, físico y espiritual, en que queda el héroe cervantino: molido y aturdido, como si hablara dentro de una tumba, con voz debilitada y enferma… lo que señala el derrumbamiento definitivo de sus ideales y del cumplimiento de su misión caballeresca, lo que es reafirmado al referirse el narrador al modo cómo Sancho percibió este momento: “… todo triste, todo apesarado, no sabía qué decirse ni qué hacerse: parecíale que todo aquel suceso pasaba en sueños y que toda aquella máquina era cosa de encantamiento. Veía a su señor rendido y obligado a no tomar armas en un año; imaginaba la luz de la gloria de sus hazañas escurecida, las esperanzas de sus nuevas promesas deshechas, como se deshace el humo con el viento…” (cap. 64).

Técnicamente, Cervantes utiliza el mismo procedimiento usado en el caso del Caballero de los Espejos12, pues da a conocer en el capítulo siguiente (el 65) la identidad del Caballero de la Blanca Luna que no es otro que Sansón Carrasco. De nuevo nos encontramos con el enmascaramiento y la representación, a los que hemos aludido antes.

El estado en que queda don Quijote y con el que retorna a su aldea, en cumplimiento con lo acordado con el de la Blanca Luna, se reitera al abandonar Barcelona: “… Don Quijote desarmado y de camino, Sancho a pie, por ir el rucio cargado con las armas” (cap. 65); luego, la voz del caballero cervantino que al contemplar el lugar de su derrota, exclama: “—¡Aquí fue Troya! ¡Aquí mi desdicha y no mi cobardía, se llevó mis alcanzadas glorias; aquí usó la fortuna conmigo de sus vueltas y revueltas; aquí se oscurecieron mis hazañas; aquí finalmente, cayó mi ventura para jamás levantarse!” (cap. 66).

*

Don Quijote marcha, ahora, hacia su destino final en donde, también, estará presente el bachiller Sansón Carrasco. En el tránsito que va de Barcelona a casa, el bachiller es mencionado en el plan que don Quijote propone a Sancho para sobrellevar este año y que consiste en ingresar al mundo pastoril. En el mismo espacio en que transcurrió el episodio de la fingida Arcadia (cap. 58), don Quijote desarrolla su plan en el que Sansón Carrasco tomará el nombre de pastor Sansonino o pastor Carrascón.

Don Quijote y Sancho son recibidos en su aldea por el cura y el bachiller “… con los brazos abiertos…” (cap. 63) y acompañados por una serie de muchachos se dirigen a la casa del hidalgo, donde los esperan la sobrina, el ama, Teresa Panza y Sanchica. Don Quijote se aparta con el bachiller y le da a conocer su plan de hacerse pastor con las circunstancias que se han señalado. Sansón Carrasco ve ahí la posibilidad de curarlo y compromete su participación en el plan quijotesco, aludiendo a sus condiciones poéticas. En este mundo que acaba de recrearse, las damas juegan un papel importante y es Sansón el que le da el halo poético mediante sus nombres: “Y cuando faltaren (los nombres) darémosles los nombres de las estampadas e impresas, de quien está lleno el mundo: Fílidas, Amarilis, Dianas, Fléridas, Galateas y Belisardas; que pues las venden en las plazas, bien las podemos comprar nosotros y tenerlas por nuestras. Si mi dama, o, por mejor decir, mi pastora, por ventura se llamara Ana, la celebraré debajo del nombre de Anarda; y si Francisca, la llamaré yo Francenía, y si Lucía, Lucinda, que todo se sale allá; y Sancho Panza, si es que ha de entrar en esta cofradía, podrá celebrar a su mujer Teresa Panza con nombre Teresaina” (cap. 73).

Luego, don Quijote permanece seis días en cama, producto de unas calenturas. Todos piensan que el estado en que se encuentra se debe a su condición de vencido y a la obligatoriedad de apartarse de su condición de caballero andante. Sansón Carrasco vuelve a tener participación activa y el narrador nos dice de alegrarle: “… diciéndole el bachiller que se animase y levantase, para comenzar su pastoral ejercicio, para lo cual tenía ya compuesta una égloga, que mal año para cuantas Sannazaro había compuesto, y que ya tenía comprados de su propio dinero dos famosos perros para guardar el ganado, el uno se llamaba Barcino, y el otro Butrón [… ] Pero no por esto dejaba don Quijote sus tristezas” (cap. 74).

Luego se llama a un médico, el que opinó que “… atendiese a la salud de su alma, porque la del cuerpo corría peligro”. Don Quijote pide que lo dejen dormir, despierta luego de seis horas13 y declara su arrepentimiento de su vida llevada como caballero andante. Sansón Carrasco interviene de nuevo y trata de reanimarlo: “—¿Ahora, señor don Quijote, que tenemos nueva, que está desencantada la señora Dulcinea, sale vuestra merced con eso? Y ¿agora que estamos tan a pique de ser pastores, para pasar cantando la vida, como unos príncipes, quiere vuestra merced hacerse ermitaño? Calle por su vida, vuelva en sí, y déjese de cuentos” (cap. 74).

Don Quijote reitera su vuelta a la cordura; pide un confesor para quedar bien con Dios y un escribano para dejar dispuestas las cosas del mundo. Esto último es realizado por Carrasco. Luego de confesarse, don Quijote redacta su testamento y nombra como albaceas al cura y a Sansón Carrasco. Ante el dolor de su entorno familiar, pronuncia la frase definitiva: “en los nidos de antaño no hay pájaros hogaño”. Una vez que ha arreglado cuentas con Dios y con el mundo, don Quijote muere dentro del marco del bien morir14.

De los nuevos epitafios puestos en su sepultura, solo se deja constancia del escrito por Sansón Carrasco.

“Yace aquí el Hidalgo fuerte
que a tanto estremo llegó
de valiente, que se advierta
que la muerte no triunfó.
Tuvo a todo el mundo en poco;
fue el espantajo y el coco
del mundo, en tal coyuntura,
que acreditó su ventura
morir cuerdo y vivir loco” (cap. 74).

*


Como se puede apreciar, la presencia del bachiller Sansón Carrasco se encuentra desde el capítulo 2 hasta el 74, en que, además de estar presente en los momentos de la muerte de don Quijote, es el encargado de cerrar la historia con el epitafio final.

Su presencia se ha constatado en cuatro momentos clave del acontecer novelesco: la larga conversación primera en que da a conocer a don Quijote y Sancho la existencia del Quijote de 1605 que narra la vida de caballero y escudero, su conversión en el Caballero de los Espejos en que se asiste al primer enmascaramiento del bachiller, la derrota sufrida en las playas de Barcelona y, finalmente, lo acompaña en el lecho de muerte.

Esto último refiere a la presencia práctica de Sansón Carrasco en la vida de don Quijote, pero no debe olvidarse que dicha presencia objetiva conlleva una significación de corte tanto literario como espiritual que es necesario clarificar.

En este sentido, su inclusión es clave en la andadura novelesca y se puede afirmar, con absoluta certeza, que mediante su figura puede reconstruirse todo el mundo quijotesco de 1615. Sus intervenciones son claves en el andar quijotesco y constituye, junto a Dulcinea, el verdadero motor de la acción: son dos personajes que cumplen funciones clave, con una diferencia, pues en tanto Sansón Carrasco es un personaje real, Dulcinea solo existe como una creación utópica.

Además, tal como se dijo al comienzo, sus dos funciones primerizas se cumplen cabalmente: es el impulsor de la tercera salida de don Quijote y es quien lo hace retornar a casa. Encarna, también, el motivo clave de 1615, el de la representación. Su actuar cae dentro de una forma dramática que dice relación con temas inherentes al texto cervantino, como el problema de la realidad y de la ambigüedad, además de desarrollar una relación fructífera e intensa entre don Quijote y Sancho.

 

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Notas

1 Véase, entre otros, lo sostenido por J. Casalduero, “La composición del Quijote de 1605” y “La composición del Quijote de 1615”, en Sentido y forma del Quijote, Insula, 1966, entre las páginas 21-47, la primera, y 205-222 la segunda. Y a A. Navarro González, Las dos partes del Quijote, Universidad de Salamanca, 1979.        

2 H. Hatzfeld, El Quijote como obra de arte del lenguaje. C.S.I.C., Madrid, 1961. Especialmente las páginas 7-25.        


3 Carlos Romero Muñoz: “La invención de Sansón Carrasco”, en Actas, II Coloquio Internacional de Cervantistas, Anthropos 1991, pp. 27-69.


4 Sansón Carrasco aparece en otros momentos, como en el capítulo 50, en que se entera del gobierno de Sancho por el paje ducal, pero solo tomaré en cuenta lo que considero participación clave. Se trata de un personaje que, a pesar de su importancia, no ha sido estudiado individualmente. Se lo menciona, claro está, en los tratados sobre el texto, pero son escasos los estudios que concretamente estén centrados en él.

5 Se plantea aquí un aspecto técnico revisado por numerosos ensayistas. Véase J. M. Diez Borque, “Teatro dentro del teatro, novela de la novela en Miguel de Cervantes”, Anales Cervantinos, tomo XI, 1972, pp. 113-128.

6 Sobre esta aseveración, véase lo sostenido por J. B. Avalle Arce, “El bachiller Sansón Carrasco”, Actas. II Coloquio Internacional…. cit., pp. 17-25. Ve aquí el especialista “una voluntaria y total mentira”: designa esta práctica como técnica del narrador infidente.

7 Lo sostenido en este párrafo sucede en el capítulo 15, es decir, después del enfrentamiento don Quijote–Caballero de los Espejos. Lo mismo sucederá con la identidad del Caballero de la Blanca Luna (cap. 65) como se verá más adelante.

8 Sansón Carrasco se convierte desde ahora en un encantador, pues engaña a don Quijote, y este lo cree un sabio encantador. En 1615, existe un número crecido de personajes de su entorno que poseen este papel. Véase: R. López Landeira, “Los encantadores de don Quijote y su crítica literaria”, Anales Cervantinos, tomo XII, 1973, pp. 115-128.

9 Todo esto transcurre luego de la aventura de “Las Cortes de la Muerte” y dice relación con la función dramática (cap. 11).

10 Véase R. Pope, “Especulaciones sobre el ajedrez, Sansón Carrasco y don Quijote”, Anales Cervantinos, tomo XX, 1982, pp. 20-37.

11 El resultado es inesperado, pues vence don Quijote. Hay que advertir sí que la calificación de combate no es la adecuada, pues don Quijote sorprende al Caballero de los Espejos.

Recuérdese que en 1615 don Quijote pierde la capacidad de combatir: es una muestra de su entrada al mundo de la degradación, motivo en que adquieren relevancia los animales, véase Mariela Insúa C., “Que de las bestias han recibido muchos advertimientos los hombres: el mundo animal en el Quijote”, Mapocho, Nº 57, Primer Semestre 2005, pp. 97-107

12 Véase nota 7 (Ver J. Casalduero, o.c.).

13 Véase J. L. Borges, “Análisis del último capítulo del Quijote” (RUBA, Nº 2, 1947, pp. 29-36). Borges interpreta poéticamente estas seis horas.

14 Sobre las Artes de bien morir, véase A. Rey Hazas (ed.), Artes de bien morir. Ars moriendi de la Edad Media y del Siglo de Oro, Ediciones Lengua de Trapo, Madrid, 2003, ] y F. Gago (ed.), Arte de bien morir y Breve confesionario, Universidad de Islas Baleares, 1999, y específicamente sobre el tema en Cervantes, véase Eduardo Godoy, “El arte de bien morir en el Quijote”, en Arellano y Godoy, E. (ed.). Temas del Barroco Hispánico, Universidad de Navarra, Iberoamericana, Vervuert, 2004, Biblioteca Indiana Nº 1.

* Todas las citas corresponden a la edición de Martín de Riquer; Editorial Juventud, Barcelona, 1966.