La industria del libro y el paisaje editorial1

 

Bernardo Subercaseaux
Universidad de Chile
besuberc@uchile.cl

 

Más allá de compartir la lengua y frases de buena crianza, como ocurrió en el congreso Internacional de la Lengua Española (Panamá 2013) dedicado al libro en idioma español, la industria del libro es un negocio, y como todo negocio es competitivo y, cuando se da la ocasión, mercantilmente rapaz.

La época de oro del libro en Chile fue entre 1935 y 1950, cuando España y Europa pasaban por grandes dificultades y Argentina y México no tenían todavía una política de protección al libro. Editoriales chilenas como Ercilla y Nascimento llegaron a tener sucursales en varios países de América Latina, tradujeron y editaron obras como La montaña mágica de Thomas Mann, y, gracias a la guerra, sin poder pagar derechos de autor.

El paisaje editorial actual es muy diferente: un mercado pequeño y algo deprimido en que la exportación de libros es casi nula, en que el mercado hispano hablante de libros está copado por industrias nacionales que fueron oportunamente favorecidas por políticas públicas de fomento del libro, estoy pensando en España, Argentina, México, y, más recientemente, colombia. Políticas que en nuestro país nunca hubo; incluso durante las décadas de la concertación el horno no estuvo para esos bollos, a juzgar por lo ocurrido con la Política Nacional del Libro y la Lectura (aprobada por el consejo de cultura hace varios años, pero hasta ahora no implementada).

En el mercado del libro chileno, con un promedio de aproximadamente 3500 títulos anuales reales2, de los cuales entre 12 y 14% son autoediciones (la mayoría de poesía), ocupan un lugar preponderante en la producción e importación cinco o seis filiales de grandes conglomerados transnacionales, de holdings que son producto de compras y fusiones realizadas en las últimas décadas, nos referimos al grupo alemán Bertelsman que adquirió la propiedad de varias editoriales españolas, europeas y argentinas, y está presente en Chile a través de Random House Mondadori; al grupo Hachette Livre de Francia (que participa en la propiedad de Salvat), al grupo Océano que trae a Salamandra y a Gedisa; el Grupo Planeta a través de Planeta Chile y, en el campo educativo, el grupo Prisa, a través de Santillana. En general, son filiales que operan con autonomía local pero con un férreo control financiero por parte de la casa matriz, lo que se traduce en altas exigencias de rentabilidad anual. como todas las industrias culturales, la del libro se encuentra en la encrucijada de la difícil y compleja relación entre el mercado y la cultura, en tiempos en que el mercado y las gerencias comerciales no le dan importancia a la función cultural y social que la industria implica.

Una de las consecuencias de este modelo es que las filiales de las trasnacionales están por lo general restringidas al ámbito nacional, obligadas a privilegiar textos que sean "sandías caladas", también a tener una fuerte presencia en otras instancias de la cadena del libro, como la distribución, las ferias y el mercadeo. Resultado de este modelo es la balcanización que se observa en la industria y consumo de libros en América Latina, en circunstancias de que las nuevas tecnologías permitirían –como nunca antes– un mercado latinoamericano transfronterizo, una circulación que tuviese como destinatario al público lector hispano hablante de todo el continente. Salvo excepciones, las novedades que se editan en los distintos países no circulan en el espacio hispanoamericano. Esta balcanización contrasta con la creciente globalización de los autores más significativos de la literatura latinoamericana contemporánea, como es el caso de Roberto Bolaño, que nace en Chile , se forja en México y triunfa desde España. También del peruano Santiago Roncagliolo. Incluso algunos autores caribeños biculturales como el dominicano Junot Díaz y el cubano Oscar Hijuelos escriben en inglés, la lingua franca de la globalización.

Forman también parte del paisaje editorial 45 editoriales independientes asociadas en una agrupación con el mismo nombre, editoriales que publican entre 20 y 90 títulos anuales; se trata, entre otras, de las editoriales LOM, Cuarto Propio, RIL, Pehuén, Uqbar, ceibo y Tajamar. Son editoriales que se arriesgan publicando géneros y temas que no abordan las editoriales transnacionales, nos referimos a la poesía, al ensayo, a temas étnicos, a la ficción de autores desconocidos, a temas de derechos humanos y memoria, teoría crítica, historia no oficial, testimonios, reediciones y propuestas feministas. Editoriales algunas de poca capacidad económica, que a menudo deben entrar en coediciones o recibir algún aporte, empresas que tienen grandes dificultades para cancelar los derechos de autor, pero que sin embargo juegan un rol significativo en la difusión de la creatividad y del pensamiento que se produce en el país, contribuyendo así a la bibliodiversidad. Hay también unas pocas editoriales nacionales del espectro comercial o de mayor trayectoria en el tiempo (estamos pensando en Catalonia y Zig zag) o subvencionadas por Universidades (Editorial UDP), editoriales que aunque no forman parte de la agrupación de Editores Independientes, también contribuyen por su catálogo y por sus novedades a la bibliodiversidad.

Completan el paisaje editorial unas 45 microeditoriales instaladas en los últimos años, a mi juicio un signo auspicioso. Son microeditoriales porque publican entre 1 y 15 títulos anuales, y en ocasiones ninguno. Son autogestionadas por colectivos de jóvenes que no sobrepasan los 35 años, jóvenes tanto de Santiago como de provincias (difieren en ello del resto de las editoriales que funcionan solo desde la capital). Varias de estas microeditoriales son posibles gracias a una paradójica combinación entre manualidad artesanal y nuevas tecnologías. Algunas apuestan a que el día de mañana una imprenta láser será una máquina autosuficiente, de uso personal, con costura de pliegos incluida. Son microeditoriales que alimentan su "alternativismo" privilegiando la expresividad estética y social, situándose en las antípodas de la concepción comercial del libro, tal como lo indican algunos de sus nombres legales: Nutrición para el alma; Simplemente Editores; La polla literaria; Rabiosamente Independientes; Sangría, Chancacazo, Cuneta y Pantalón Corto.

Producto de las nuevas tecnologías y de las redes sociales estos jóvenes paradójicamente se inclinan por el libro en soporte papel, incluso por el libro objeto (es el caso, por ejemplo, de Editorial Quilombo), de hecho casi todas ellas se han unido en una agrupación que se llama la Furia del Libro. Respecto a los criterios editoriales, uno de estos editores señala que "a diferencia de otras editoriales publicamos solo obras que nos apasiona leer"; "nos moviliza la ética del hazlo tú mismo", y no tener que pasar por "la imprenta y por un viejo con los dedos cortados"3. Las microeditoriales se abren a la diversidad creativa y varias de sus publicaciones se han alzado con los premios más importantes del país. Un fenómeno similar al de las microeditoriales chilenas se está dando, entiendo, en países como Argentina, colombia y Perú. ¿Serán estas editoriales comercialmente viables en el tiempo? ¿crecerán y dejarán por lo tanto de ser lo que son? ¿conformarán tal vez una red latinoamericana de microeditoriales?¿O desaparecerán quedando solo como un recuerdo de juventud? Difícil saberlo, solo el tiempo lo dirá, en todo caso se trata de un fenómeno auspicioso y esperanzador en un mercado pequeño y algo deprimido, dominado por las transnacionales, y por una concepción predominantemente mercantil del libro (cabe señalar, empero, que las grandes editoriales en ocasiones también publican libros en que se arriesgan. Recordemos que el grupo Planeta –siendo editor Ricardo Sabines– incentivó–o más bien inventó– el mini boom de la hoy casi olvidada nueva narrativa chilena).

Un tema que se discute es el alto precio del libro tanto nacional como importado; se argumenta que Chile es uno de los pocos países en que el libro paga un IVA de 19%, uno de los más altos del mundo. Se vincula también el alto precio de los libros al crecimiento exponencial de la industria de la fotocopia, sobre todo en las universidades. La carestía también se debería al desequilibrio en el comercio internacional, particularmente entre España y Latinoamérica. En el año 2004, por ejemplo, según datos del cERLAL, España exportó a América Latina 236 millones de dólares en libros mientras que solo importó de la región 7,5 millones de dólares4. Ello se traduce en que nos encontramos con obras como 2666 de Roberto Bolaño que cuesta en Argentina, donde se la edita con derechos solo para ese país, 23 dólares, mientras en Madrid cuesta 44 dólares y en Santiago 50, la explicación es que a Chile se la trajo desde España5. Más que de contenidos exitosos, el negocio de los grandes grupos está siendo cada vez más de orden logístico, de saber cómo y cuándo colocar las fichas en los diferentes países de América Latina (la Saga de Harry Potter fue un ejemplo).

En la industria del libro, sin embargo, no hay unanimidad –sobre todo entre los grandes editores– sobre el tema del precio, hay quienes argumentan que se trata solo de un problema de prioridades, pues en conciertos de Marc Anthony, de justin Bieber y de Shakira o en partidos internacionales de fútbol se ven largas colas con jóvenes y adultos de todos los sectores sociales pagando por una entrada un valor bastante más alto que el costo promedio de un libro. La mayoría (editores independientes y microeditoriales) coinciden empero en señalar que la rebaja del IVA sería una medida de importancia, que incidiría en el precio y en la valoración social del libro.

El mundo del libro, como ha señalado Roger chartier, no es endogámico y está estrechamente vinculado a otros dos mundos: al mundo del texto y al mundo de la lectura. La industria del calzado tendrá siempre una demanda asegurada puesto que no se puede andar por la vida a pata pelada, pero sí se puede, al parecer, andar por la vida sin leer o casi sin leer libros. En todos los estudios o encuestas de la última década los indicadores muestran una sociedad chilena predominantemente no lectora (de libros) y desmotivada por esta práctica. Las razones por las cuales no se lee son, según estas encuestas, falta de tiempo y desinterés. Revelan también una muy baja valoración social del libro. Resulta curioso que una encuesta realizada por el Observatorio del Libro en la FILSA 2012 arrojó que el lugar en que los hombres de preferencia leen es en el baño6 (dato que es de alguna manera revelador acerca del sitial que se otorga a la lectura), mientras las mujeres lo hacen en el campo y en la playa durante las vacaciones. Las encuestas revelan también un aumento permanente en el uso de Internet y sobre todo del chateo superficial en habla informal7. La raíz de todos estos males termina siendo siempre, y con alguna razón, la insuficiencia de la educación. Desde esa constatación se apunta entonces al Estado y a la mala formación de profesores.

El Estado chileno, en los últimos 40 años, ha sido en los hechos un agente que, por acción u omisión, o a través de una regulación permisiva y blanda, ha favorecido la privatización y mercantilización de la educación en todos sus niveles, jibarizando la educación pública, entregando su administración a municipios de recursos muy dispares, realidad que explica las movilizaciones estudiantiles de los últimos años. Pero con respecto al libro no solo eso: su accionar ha sido más bien punitivo; en el período 1973 a 1983 implementó un régimen de censura previa de hecho y de derecho, incluso en 1984, cuando se levantó la censura, un diario de gobierno, al aproximarse la navidad, publicó una pieza editorial en que hacía una curiosa advertencia respecto a la perversidad de los libros:

El acto de regalar un libro –decía el editorialista– tan simple en apariencia, tan inofensivo, envuelve riesgos que no se pueden pasar por alto. No siempre un libro, por el solo hecho de serlo, satisface el propósito ideal que generalmente le suponemos. Porque no siempre resulta un agente confiable de cultura o un recurso no contaminado de salud mental. A veces, más a menudo de lo que quisiéramos, encontramos libros que so pretexto de divulgar situaciones o teorías novedosas desvirtúan el recto juicio de las cosas o ensucian el cauce limpio y natural de la verdad8.

Por cierto, hoy en día, con las redes sociales y los libros electrónicos, esa perla no tendría sentido. Si bien se piensa que los libros en soporte papel viven actualmente una situación de crisis (editores y escritores han frecuentado, sin embargo, desde siempre el muro de los lamentos), vivimos, decíamos, una situación de crisis del libro tradicional, un cambio epocal en que los textos virtuales y el soporte electrónico de libros ha aumentado exponencialmente. Hay quienes apuestan todas sus fichas –como se hizo patente en la sesión inaugural del VI congreso de la Lengua Española– a esta transformación. De hecho, con los e-books el tema del precio deja de ser un problema, cualquiera que tenga un IPAD o un computador puede leer cientos o miles de libros gratis o adquirirlos por poco más de un dólar. Algunas editoriales chilenas están ya armando catálogos paralelos: uno de libros virtuales y otro de libros impresos. En una visita reciente a Chile, Robert Darnton, estudioso del libro y Director de la Biblioteca de Harvard, señaló las ventajas que implican las grandes bibliotecas digitalizadas para los estudiantes: "los libros digitales permiten –dijo– hacer búsquedas por palabra y así se pueden revisar cientos de libros al mismo tiempo, algo que es imposible con los ejemplares impresos"9. Sin duda que estos cambios pueden ser beneficiosos para el público lector y para los estudiantes. En la medida en que mejore la educación pública y aumente la población de nativos y de inmigrantes digitales, y se avance en el acceso a las nuevas tecnologías, se favorecerá la circulación y el acceso al libro, democratizando la lectura.

Junto con tener en cuenta estas transformaciones y las oportunidades que abren, cabe sin embargo también ser cautos. Si bien en algunos países como Estados Unidos la venta de e-books viene creciendo exponencialmente (llegando a un casi 30% de las ventas totales), en nuestra realidad eso todavía no ocurre, y hay quienes argumentan que la lectura en formato virtual sigue siendo entre nosotros un vitrineo de contenidos desechables, una lectura de escaso aporte cultural10. Internet, se dice, encarna la democracia cósmica, sin embargo el dominio de Google y Amazon en el ecosistema digital es tan poderoso que por sí solos pueden entrar a dominar el campo del libro y de los nuevos soportes de lectura, forzando un cierto modelo de negocios. con respecto a las palabras de Darnton cabe distinguir entre información y conocimiento, que son conceptos que implican prácticas lectoras diferentes. Manejando cien libros de modo casi simultáneo se puede obtener información pero no conocimiento, práctica esta que requiere tiempo y procesamiento. con respecto al modelo de negocios y a los derechos de autor de los e-books hay todavía mucho que aclarar, es posible que el día de mañana, como ya ocurre con ciertos productos virtuales, los e-books sean utilizados como vitrinas de publicidad. Después de recientes revelaciones del mal uso de nuevas tecnologías para el espionaje y penetración de la privacidad, tampoco podemos ser ingenuos respecto a esa posibilidad.

En fin, los que perdimos la virginidad intelectual y estética con los libros en soporte papel, tenemos todavía todo el derecho a seguir siendo leales a nuestro primer entusiasmo, que en mi caso ocurrió con una obra en papel envejecido y amarillento de Pío Baroja.

 

NOTAS

1 Ponencia leída en el VI congreso Internacional de la Lengua Española, celebrado en Panamá entre el 21 y 23 de octubre de 2013.
2 Llegamos al promedio señalado considerando los datos anuales del ISBN, y descontando un porcentaje de libros que no son propiamente libros y aquellos que se inscriben en el ISBN pero que no llegan a materializarse como libros.
3 Encuentro chileno de Editoriales Independientes. Propósitos y experiencias, Consejo Nacional de la Cultura, Santiago, 2012.
4 Panorama de la edición en Ibero América, CERLAL, publicado en Biblioteca Digital, Bogotá, 2007. Citado en ponencia de Paulo Slachevsky.
5 Pablo Slachevsky. "Diversidad y alteridad. El desafío de las industrias culturales en América Latina", intervención en encuentro convocado por Convenio Andrés Bello "Diversos y Alternos".
6 "¿Dónde lees tú? Informe Encuesta Feria del Libro 2012". Observatorio del Libro y la Lectura, Santiago, 2013.
7 Índice de Lectura. Fundación La Fuente, Adimark GFK, Santiago, septiembre, 2006. Resultados hábitos de Lectura, tenencia y compra de libros. Fundación La Fuente, Adimark, GFK, Santiago, junio, 2008.
8 La Nación, 31 mayo, 1984.
9 "Las bibliotecas se ajustan a las nuevas formas de estudiar de los alumnos", El Mercurio, Santiago, 13 septiembre 2013.
10 Sonia Montecino, Premio Nacional de Humanidades (entrevista), El Mostrador, 26 octubre, 2013.