This book is about the joining of Heaven and Earth,
and the role, in this joining, of dead human beings.

Peter Brown, "The Holy and the Grave"

 

En este estudio exploraré algunas características de la obra visionaria de la religiosa Elisabeth de Schonau (1129-1164). Quiero demostrar cómo su Libro de las revelaciones sobre la compañía de mártires de Colonia1 (Liber revelationum Elisabeth de sacro exercitu virginum Coloniensium)2, escrito después de 1157, puede ilustrar las relaciones entre la autoridad visionaria y el culto a los santos y sus reliquias.

Elisabeth ingresó en el monasterio doble de Schonau (cercano a la ciudad de Koblenz, situada a orillas del Rhin) cuando tenía 12 años de edad. Después de su primera experiencia visionaria registrada en su escritura, y luego de sufrir períodos de graves dudas y dificultades, empezó a componer sus tres Libros de visiones, su tratado sobre La resurrección de la bienaventurada Virgen María y su Libro de las vías de Dios, escrito este último después de visitar a su contemporánea Hildegard de Bingen, cuyo primer libro visionario se denominó Scivias, un neologismo que puede ser interpretado como el imperativo "Conoce las vías [del Señor]". El Libro de las revelaciones que es el objeto de estudio de este ensayo es su última obra conocida, además de un número reducido de cartas que se han conservado. Las dudas sobre sí misma, el temor a las tentaciones diabólicas y diversos problemas emocionales acompañaron a Elisabeth durante toda su primera época como visionaria, y sus enfermedades y dolores nunca desaparecieron del todo. Por otra parte, sus trances extáticos eran precedidos de estados de fuerte inquietud y de sentimientos de dolor, sobre todo en la primera época de su ocurrencia.

Elisabeth elaboró sus visiones en su obra escrita mayormente con la colaboración de su hermano Ekbert3, quien se convirtió en monje en el monasterio masculino de Schonau unos tres años después del inicio de la experiencia visionaria de su hermana; desde ese momento, Ekbert intervino no solamente en la edición de sus trabajos, sino que aprovechó la especial relación de su hermana con los santos para formular preguntas sobre algunos puntos de la doctrina cristiana y de las creencias. Elisabeth repetía -a veces con algún grado de dificultad, según su propia confesión- estas preguntas a sus numerosos visitantes celestiales, así como al ángel que actuaba a menudo como su guía durantes sus frecuentes trances. Luego transmitía las respuestas a Ekbert y a otros que la consideraban como una intermediaria autorizada para acceder al conocimiento teológico. En su Libro de las visiones, Elisabeth escribe que tuvo visiones de Jesús, María, los ángeles y de numerosos santos, especialmente durante los oficios litúrgicos y en los días de fiesta dedicados a ellos; a menudo compartía sus experiencias con su comunidad religiosa y, en términos generales, se puede decir que sus visiones se producían de acuerdo al calendario litúrgico, de manera predecible, lo que facilitaba las preguntas y los contactos con los santos que se le aparecían como 'viniendo a esta atmósfera', tal como la visionaria suele describir sus manifestaciones. Es también importante mencionar que estas experiencias no marginaron a Elisabeth dentro de su propia comunidad, ni la excluyeron de otras formas de autoridad; de hecho, poco antes de 1156, fue elegida magistra del monasterio femenino de Schónau, confirmando así su autoridad como visionaria y también como guía de las religiosas a su cargo.

 

LA HISTORIA DE SANTA ÚRSULA

En 1156 y debido a los trabajos que se venían realizando desde 1106 en un terreno fuera de los muros de la ciudad, se descubrió un antiguo cementerio en las inmediaciones de Colonia4; en ese momento, Elisabeth ya era reconocida como una autoridad visionaria. Estos hallazgos y el problema de la identificación de los cuerpos revivió el interés público en la figura de Santa Úrsula y pocos dudaron entonces de que los restos encontrados en el cementerio pertenecían a su 'ejército' de once mil vírgenes y mártires, un número que ha sido frecuentemente atribuido al error de un escriba.

El culto de Santa Úrsula, de larga data en la ciudad de Colonia, se sostenía, en primer lugar, en la existencia de una inscripción fechada probablemente en el siglo iv o v y que se encontró en la primitiva basílica que está en la base de la actual iglesia de Santa Úrsula5; en esta inscripción latina se menciona el martirio sufrido por unas santas vírgenes, muertas por su fe en Cristo. Durante varios siglos, se puede constatar la ausencia de nueva documentación sobre esta historia, hasta que en los siglos vm y ix encontramos, por ejemplo, un Oficio que conmemora la pasión de esas santas vírgenes, y los Calendarios y Sacraméntanos de esos siglos mencionan ya algunos de sus nombres; en 848, el Martirologio de Wandelbert de Prüm registra la existencia de monumentos erigidos en memoria de miles de vírgenes guerreras muertas por los enemigos de Cristo. En un códice del siglo x encontramos ya la mención expresa de once nombres: Martha, Saula, Brictola, Gregoria, Saturnina, Sabatia, Pinnosa, Ursola, Sentía, Palladia y Saturia. Hacia el 922, un sermón, probablemente dedicado a una comunidad de monjas de Colonia, conmemora la fiesta de la compañía de vírgenes guerreras el día 21 de octubre; en este sermón encontramos los primeros elementos de una narrativa, y es interesante hacer notar que en esta versión no es Úrsula, sino la princesa Pinnosa la que guía el ejército de vírgenes que deja las islas británicas para escapar de la persecución de los romanos que estaban bajo el mando de Maximiano (235-238), para terminar siendo muertas por los soldados romanos en Colonia.

Otro texto importante aparece también en el siglo x, y es conocido como la Passio I y por sus palabras iniciales "Fuit pervetustd'', ha sido normalmente atribuido al monje flamenco Herric de St. Bertin. En esta versión aparece ya el nombre de Úrsula como la santa que guía la expedición, y las doncellas de su compañía son finalmente muertas por los hunos y no por soldados romanos. Aparece también aquí por primera vez el nombre de Córdula, la virgen que se escondió primeramente por temor a la muerte, pero se presentó ante los hunos al día siguiente de la muerte de sus compañeras y sufrió también el martirio; Córdula se convierte en la protagonista de un relato visionario en el que se relatan las revelaciones de la monja Helentrude, quien floreció alrededor del año 1050 y vivió en el monasterio de Heerse, cerca de Paderborn.

Inmediatamente anterior a El libro de las revelaciones de Elisabeth, el texto más conocido es la Passio II, en la que se relatan las circunstancias del martirio de Úrsula; esta es una obra dedicada muy probablemente a una comunidad de religiosas de Colonia, como lo fue el ya mencionado sermón del 922, y fue ampliamente difundida en más de cien manuscritos; este texto es también conocido por sus palabras iniciales, 'Regnante domino', y data de alrededor del año 1100.

De acuerdo con esta versión, Úrsula, la hermosa y devota joven hija de Deonatus, un rey cristiano de la Gran Bretaña, rechaza casarse con el hijo de un poderoso rey pagano; no queriendo causar daño a su propio padre por causa de este rechazo, impone ciertas condiciones que implican la postergación de la boda por tres años. También solicita la construcción de once barcos y la reunión, bajo su conducción, de once mil vírgenes. Siguiendo las indicaciones recibidas en un sueño, en el cual se le anuncia su futuro martirio, Úrsula y sus compañeras abandonan las costas de Gran Bretaña y navegan por el río Rhin hasta Tiel, Colonia y Basilea. Ya en Colonia, un ángel se le había aparecido a la princesa, pidiéndole que continuara su viaje por tierra en peregrinación a Roma y luego regresase a Colonia, donde ella y sus compañeras recibirían el martirio. Y así sucedió: en su viaje de regreso desde Roma, Úrsula y la multitud de vírgenes que la acompañaban fueron atacadas y muertas por los hunos que en ese momento ponían sitio a la ciudad de Colonia.

Es importante hacer notar que esta versión enfatizaba la presencia exclusiva de mujeres en este 'ejército de amazonas', así como la descripción detallada de sus ejercicios navales y militares antes de iniciar su peregrinación a Roma y su viaje a Colonia. De acuerdo con Regnante domino, fue en las afueras de esta ciudad que el rey de los hunos (probablemente Atila, aunque no aparece explícitamente nombrado en el texto), atraído por la belleza de Úrsula, le ofreció matrimonio; luego de ser rechazado por ésta, atacó y mató a toda su compañía.

 

LOS HALLAZGOS ARQUEOLÓGICOS

Como ya hemos mencionado, desde comienzos del siglo XII -y por razones de defensa militar- se iniciaron importantes excavaciones fuera de los muros de Colonia y, ya a mediados del mismo siglo, aparecieron ciertos elementos preocupantes en lo que resultó ser un gran cementerio primitivo: muchos de los cuerpos pertenecían a hombres y niños, haciendo casi imposible justificar su presencia si se tenía en cuenta la historia de Santa Úrsula y sus once mil vírgenes enterradas en las afueras de la ciudad, según la versión hasta entonces aceptada de su martirio, transcrita en el ya mencionado texto Regnante domino. Por lo demás, tampoco los nombres que se encontraron en las inscripciones lapidarias correspondían a los nombres mencionados en la leyenda; otras tumbas no tenían inscripción alguna y no podían ser consideradas como reliquias auténticas de un 'ejército' compuesto solamente por mujeres.

En 1156, Gerlach, abad del monasterio de Deutz -muy cercano a Colonia- pidió a Elisabeth que investigara estos hallazgos por medio de su experiencia visionaria, y que planteara las preguntas relevantes a los santos que podrían eventualmente explicar las evidentes discrepancias entre la narrativa hagiográfica hasta entonces aceptada y los hallazgos arqueológicos en el cementerio de las afueras de la ciudad. Sabemos además que Elisabeth había mencionado brevemente, en su Primer libro de las visiones, (cap. 13), una visión suya en la que Santa Úrsula se le habría aparecido y, por otra parte, conocía bien el texto de la ya mencionada Passio II de Santa Úrsula, Regnante domino; lo menciona varias veces en su propia obra, si bien no por su nombre.

Su Libro de las revelaciones, surgido de esta circunstancia especial y de la petición expresa del abad de Deutz, puede ser comprendido entonces, al menos en una primera lectura, como un ejemplo de la autoridad visionaria puesta al servicio del culto de los santos y del refuerzo de otra manifestación de lo sagrado, es decir, del poder y de la presencia activa de los santos en sus cuerpos. La creencia en el poder de los cuerpos de los santos que encontramos en el budismo, el islam y el cristianismo es un hecho bien establecido en la tradición académica; quisiera solamente mencionar aquí La religion dans son essence et ses manifestations, la obra clásica que Gennep van der Leeuw publicó en 19556. Más recientemente. André Vauchez ha escrito: "Antes de ser una cualidad del alma o un estado espiritual, de acuerdo a la mentalidad común la santidad es considerada, en primer lugar, como una energía (virtus) que se manifiesta a través de un cuerpo" (499, la traducción es mía).

Es importante recordar asimismo que, durante los siglos medievales, el proceso de identificación de las reliquias a través de una visión era normalmente considerado más importante que el examen de cualquier evidencia externa. En las palabras de Patrick J. Geary,

la evidencia más contundente provenía de la intervención sobrenatural del santo o de la santa, que indicaba dónde se podían encontrar sus restos. Más adelante, durante el proceso de autentificación de las reliquias, los santos mostraban a menudo que éstas eran ge-nuinas mediante una intervención milagrosa. Así, el impulso inicial que llevaba al reconocimiento de una posible reliquia se producía a menudo en forma de una visión en la cual el santo aparecía a una persona santa y le revelaba dónde podían ser encontrados sus restos. Esta persona era a menudo un miembro respetado o venerado dentro de su comunidad, cuya autoridad surgía de su oficio o de su santidad (204, traducción mía).

 

EL LIBRO DE LAS REVELACIONES

El Libro de las revelaciones de la sagrada compañía de mártires de Colonia7 es un texto particularmente interesante, entre otros factores, porque su autora logra, en mi perspectiva, sortear las dificultades y conflictos que le plantean, por una parte, su evidente escepticismo y la necesaria afirmación de su propia autoridad, y, por otra, su fuerte devoción y su creencia en la presencia y el poder de los santos, tanto en sus reliquias como en sus propias visiones. Es importante recordar que su ya mencionado escepticismo no era algo inusual en este tipo de investigaciones; cuando se le solicitaba a una persona de autoridad que enfrentara la difícil tarea de proclamar o negar la autenticidad de una reliquia, el escepticismo era en verdad una actitud no solo esperable sino necesaria8. En este contexto, cito nuevamente a Patrick J. Geary:

Los presupuestos culturales sobre las reliquias, su valor y su utilidad, eran ampliamente compartidas (...) Lo que estaba a menudo en discusión, sin embargo, era la identificación de una tumba o de un cuerpo en relación con el santo: ¿cómo estar cierto de que esos huesos no pertenecían a un pecador cualquiera? Incluso aquellos que no dudaban de la eficacia y el valor de las reliquias podían tener dudas graves con respecto a la identidad de unos restos óseos en particular (203, traducción mía).

Considero que es posible afirmar que su experiencia visionaria previa no le planteó a Elisabeth mayores dudas ni problemas de discernimiento; recordemos, por otra parte, que sus trances estaban precedidos de sufrimientos emocionales y físicos y que, según sus propias afirmaciones, las acciones de sus 'visitantes celestiales' le provocaron asimismo, y más de alguna vez, algún tipo de dolor. Así, su ángel guía la azotó durante una de sus visiones (Primer libro de las visiones, capítulo 78) y María le demostró su descontento por causa de las supuestas faltas cometidas por las religiosas de su comunidad: desvió su rostro de ella durante varias de sus apariciones (Segundo libro de las visiones, capítulos 11-13). Podemos leer en su Libro de las revelaciones, en cambio, que el problema de la autenticidad de las reliquias de los mártires de Colonia sí parece haber dado origen a un problema de discernimiento importante, y así lo manifiesta Elisabeth en esta obra.

El Libro de las revelaciones se presenta claramente como una investigación que se va desplegando como narración mediante una serie de diálogos visionarios -revelationes9, como lo explícita el mismo título de la obra- que refieren las experiencias de la visionaria a lo largo de un año, y que se centran en la solución de los numerosos problemas de identificación de los restos encontrados en el cementerio de Colonia. A diferencia de los tres Libros de las Visiones y del Libro de las vías divinas, en los cuales percibimos claramente la intervención editorial de Ekbert, este Libro se inicia con un Prefacio escrito por Elisabeth en primera persona, dirigiéndose ella misma a sus lectores. Así, al escribir en primera persona y al crear una serie de vividos diálogos que apuntan a una experiencia cercana de la presencia de los santos y, sobre todo, al explicitar el juicio y el correspondiente proceso de discernimiento que se le ha solicitado, la autora está en pleno control de su texto, de tal manera que éste aparece también como una significativa manifestación de autoridad:

Prefacio sobre la sagrada compañía de las vírgenes de Colonia

A ti que abrigas piadosos sentimientos por las cosas santas, yo, Elisabeth, sirviente de las siervas del Señor que están de Schónau, daré a conocer lo que me ha sido revelado por la gracia de Dios sobre la compañía de vírgenes de Santa Úrsula, reina de Bretaña, quien en tiempos antiguos sufrió martirio por Cristo en las cercanías de la ciudad de Colonia. Como yo me resistía mucho, algunos hombres de buena reputación me insistieron para que yo investigase estos asuntos con detención y no me permitieron quedarme en silencio. En verdad, yo sé que aquellos que se oponen a la gracia de Dios en mí, aprovecharán esta ocasión para azotarme con sus palabras. Sin embargo, sobrellevaré esto de buena voluntad porque espero recibir alguna recompensa si tantos mártires son honrados por aquello que el Señor se digna hacer a través de mis esfuerzos (Clark, Elisabeth 213, traducción mía).

Las dificultades de Elisabeth para hacer públicas sus revelaciones privadas son evidentes todavía en este Prefacio de 1156, aunque la autoridad de Elisabeth como visionaria era ahora ampliamente aceptada. Así, en este breve texto suyo, podemos 'leer' el conflicto interior presente en muchos de sus escritos: su temor a las críticas y a las posibles burlas 'de los que se oponen a la gracias de Dios' y, por otra parte, su certidumbre con respecto a la importancia de sus visiones y su esperanza de ganar una recompensa celestial.

La narrativa de Elisabeth sobre su investigación visionaria se inicia propiamente cuando su monasterio adquirió las reliquias de dos cuerpos encontrados en el cementerio de Colonia; uno de estos pertenecía a una mujer, presumiblemente la mártir Verena, una prima de Santa Úrsula; el otro, a un varón desconocido. Las visiones se iniciaron en el momento mismo de la translación de sus cuerpos a Schonau; es importante hacer notar que la visionaria afirma haber recibido la confirmación de la santidad de Verena incluso antes de saber de la llegada de las reliquias: en mi lectura, ella subraya de este modo su autoridad y su autonomía visionarias; sus poderes proceden solamente de Dios.

Entre otros se encontró una mártir de gran valor en cuya tumba se podía leer una inscripción en la que se leía "Santa Verena, virgen y mártir" (...) Mientras la comunidad de nuestros hermanos la esperaba a la entrada de la iglesia, yo estaba sentada en mi habitación. Antes de haber recibido noticias de su llegada, recibí el testimonio divino sobre su santidad. Caí en trance y en el camino por el cual eran trasladados sus sagrados huesos, vi algo que parecía como una llama brillante en la forma de una esfera. Un ángel extraordinariamente hermoso la precedía, y llevaba un incensario humeante en una mano y una candela encendida en la otra. (...) Al día siguiente, cuando una misa solemne se estaba celebrando para venerar [las reliquias], yo estaba en el Espíritu, y esa virgen se me apareció, de pie en su celestial resplandor, maravillosamente coronada y gloriosamente adornada con la palma de la victoria. Le dirigí la palabra y le pregunté si su nombre era verdaderamente el que nos había indicado. Le pregunté asimismo pro el nombre del otro mártir cuyo cuerpo había sido traído con el suyo, pero sin un nombre determinado.

Ella respondió diciendo: "Mi nombre es el que has escuchado. Estuvo a punto de ser inscrito de otro modo por error, pero logré prevenir al autor de la inscripción. El mártir Cesarius venía conmigo y, cuando entró en este lugar, la paz entró con nosotros (Clark, Elisabeth 214, traducción mía).

La serie de visiones y sueños de las que Elisabeth se valió para realizar su investigación se inició, como vemos, con esta solemne procesión de entrada de reliquias en el monasterio de Schónau; las visiones terminaron al cabo de un año, como ella lo escribe, justo antes de la fiesta de Santa Úrsula y las once mil vírgenes -el 21 de octubre de 1157- con la 'apoteosis' de las santas Verena y Úrsula apareciendo a Elisabeth en compañía de una multitud de mártires, hombres y mujeres. En esta oportuna visión final, Úrsula responde las preguntas de la visionaria sobre las circunstancias de su muerte, sin dejar dudas sobre las relaciones entre su ejército de doncellas y los hombres que habían compartido su martirio, revelando todas sus circunstancias en detalle; Elisabeth logra alcanzar así una solución definitiva en su investigación y puede emitir una 'sentencia' definitiva, habiendo comprobado la autenticidad de las reliquias gracias a su autoridad visionaria.

En esta misma perspectiva, la estructura del Libro de las revelaciones podría ser comprendida, formalmente, como la de una investigación judicial10. Elisabeth describe a sus lectores cómo planteó diversas preguntas y problemas, cuáles fueron las respuestas que recibió de sus 'testigos', cómo investigó la autenticidad de las inscripciones funerarias que el abad de Deutz le envió como evidencia para llegar a formarse un juicio apropiado. La presencia de los santos en las reliquias e inscripciones, así como la presencia de los santos en la serie de diálogos y testimonios que se suceden unos a otros y, por cierto, la visión final de Úrsula y Verena son los puntos 'altos' que van marcando los avances de la investigación visionaria de Elisabeth, destinada a confirmar y renovar la memoria de Úrsula y sus acompañantes.

También es importante hacer notar que en este proceso no son solamente los santos que habrían formado parte de la compañía de Úrsula los que aportaron sus testimonios; María y el ángel-guía de Elisabeth se hicieron también presentes en sus visiones para construir, con sus afirmaciones y con su palabra autorizada, una nueva narrativa que no solo confirmó los hallazgos arqueológicos como 'reliquias auténticas' de Santa Úrsula y su séquito, sino que creó un 'ejército' de nuevos mártires que reaparecerán en relatos posteriores a la obra de Elisabeth y que fueron compuestos sobre todo en el siglo xm; de todos ellos, la Legenda Áurea de Jacobus de Vorágine es ciertamente la más conocida compilación de vidas de santos11.

 

LA INVESTIGACIÓN

Los extractos del Libro de las revelaciones que presentamos a continuación nos pueden mostrar con algún mayor detalle cómo Elisabeth enfrentó su investigación, en sus principales etapas. Preguntó a los santos que se le aparecieron en sus visiones, sobre todo acerca de la presencia de restos de hombres en el cementerio de Colonia, teniendo en cuenta las anteriores versiones del martirio de Santa Úrsula, y de la versión denominada Regnante domino, en particular. Uno de esos santos le explica a Elisabeth que esos hombres habían acompañado a las once mil vírgenes como guardianes;

Estas palabras me hicieron caer en graves dudas. En verdad, como otros que habían leído la historia de las vírgenes provenientes de [Gran] Bretaña, pensaba que esa santa compañía había hecho su peregrinación sin la escolta de varones (Clark, Elisabeth 215, traducción mía).

Las mismas dudas, muy comprensibles por cierto, surgen cuando Verena le explica a Elisabeth que uno de los cuerpos correspondía a un Papa desconocido, llamado Ciríaco:

Después que hube examinado el catálogo de los pontífices romanos y no encontré por parte alguna el nombre de San Ciríaco, pregunté nuevamente a la bienaventurada Verena. Un día que se presentó a mi vista, le pregunté por qué no estaba su nombre inscrito junto a los de los otros prelados de Roma (Clark, Elisabeth 217-8, traducción mía).

Elisabeth terminará por aceptar la explicación de la santa sobre la malicia de los clérigos romanos que borraron el nombre de Ciríaco del catálogo de los Papas porque osó dejar su alto cargo y seguir a Úrsula a su martirio. El sucesor de este Papa desconocido debería ser el papa Anterus, quien reinó efectivamente entre los años 235 y 236 DC. Esta última fecha situaría el martirio de Úrsula en la primera parte del siglo m. Según la versión de Regnante domino, sin embargo, encontramos una alusión al rey Atila (cuya invasión de la Galia está fechada en el año 451); este anacronismo es notado por Elisabeth; cuando plantea su pregunta a Verena, ésta lo explica mencionando una supuesta conspiración de dos príncipes romanos llamados Maximus y Affricanus, que se aliaron con un príncipe de los hunos llamado Julius. Temiendo la expansión del cristianismo, y por odio a Santa Úrsula y a su ejército de doncellas, estos dos príncipes romanos animaron a Julius a "guiar a su ejército, perseguirnos y destruirnos" (Clark, Elisabeth 224, traducción mía) como lo expresa Santa Verena.

El escepticismo de Elisabeth se hace de nuevo manifiesto cuando se le habla de un cierto Jacobus, un hombre que tuvo el tiempo suficiente, se le dice, para completar todas las inscripiciones de las tumbas de los mártires de Colonia, antes de ser él mismo asesinado:

Pregunté sobre el día de su martirio, porque no era creíble -de acuerdo a esa narración- que él pudiera haber sido muerto en el mismo día en que las vírgenes sufrieron el martirio (Clark, Elisabeth 218, traducción mía).

Esta pregunta es respondida por Verena, quien, reconociendo la dificultad de realizar estas inscripciones con tal rapidez, menciona que Jacobus recibió la ayuda de varios otros hombres, y que fue muerto tres días después del martirio de los demás, a su propia petición, con el objeto de poder realizar este trabajo importante para la posterior identificación de los mártires.

Por último, a propósito de la presencia del novio de Úrsula entre los cuerpos encontrados en el cementerio, Elisabeth plantea sus preguntas a su propio ángel y guía:

Me preguntaba por estas cosas, pensando que era totalmente increíble a la luz de la historia que el novio de Santa Úrsula hubiera muerto como mártir. Un día, el ángel del Señor que a menudo me visitaba, se manifestó en su forma ante mí. Le pregunté diciendo: "Señor... ¿cómo puede ser que él estuviera unido a ella en el martirio, cuando se ha escrito que ella escapó del matrimonio con él?" (Clark, Elisabeth 220, traducción mía).

En relación con todos estos problemas, podemos pensar que el escepticismo de Elisabeth se asemeja básicamente al nuestro. Pero debemos recordar también que su tipo de escepticismo tiene poco que ver, por ejemplo, con la bien conocida crítica de un autor del mismo siglo XII como Guibert de Nogent, cuyas consideraciones sobre el culto a las reliquias se acerca notablemente a las posteriores perspectivas que podemos calificar de 'ilustradas'12. En mi propia perspectiva, la actitud de Elisabeth es, sin duda, funcional a la eventual identificación de los cuerpos encontrados en Colonia como pertenecientes a las doncellas mártires, a sus parientes y amigos. Y es ciertamente durante la segunda fase de su investigación en la que se hace manifiesta su aceptación aparentemente ingenua de las respuestas que recibe durante sus visiones; esta aceptación es la que marca la distancia más evidente con respecto a nuestras ideas y creencias actuales.

 

INTERPRETACIONES

En su Prefacio a las Obras Completas de Elisabeth, editadas por Anne L. Clark en su versión inglesa, el Libro de las revelaciones es descrito por Barbara Newman como "una obra que, significativamente, es la más ajena e incluso repugnante para el gusto moderno" (XV, traducción mía). Después de esta afirmación, Newman desarrolla su propia lectura del Libro como un "romance [o novela de aventuras] hagiográfico", el que ha sido interperetado por algunos autores como "ficción supersticiosa en la que, además, [Elisabeth] permitió que sus dones fueran manipulados con fines comerciales evidentes" (xvi, traducción mía). Ella misma, por su parte, propone leer el Libro como "una representación idealizada de la vida religiosa. Al servicio de su propia devoción y la del abad Gerlach, [Elisabeth] no sólo se dedicó a explicar las discrepancias entre la leyenda tradicional y los nuevos hallazgos arqueológicos, sino que también construyó una teoría conscientemente revisionista [de la leyenda]" (xvi, traducción mía).

En esta misma línea de interpretación, Newman hace notar que Elisabeth no solo reduce la "violencia y el voyerismo típico de las leyendas de las vírgenes y mártires" sino que, más importante aún, "transforma una vasta leyenda de un ejército de amazonas... en una visión de amistad armoniosa y de colaboración entre los sexos" (xvi, traducción mía). En este sentido, podríamos entender mejor la curiosa historia de Ciríaco, ese Papa desconocido, cuyo nombre habría sido borrado de los registros papales por aquellos clérigos que no pudieron comprender ni aceptar su decisión de renunciar a su cargo para unirse al grupo que acompañó a Úrsula de regreso a Colonia y al martirio; según el relato de Elisabeth, su ejemplo fue seguido por numerosos obispos y laicos piadosos. En las palabras de Newman, "la compañía de mártires se convierte en una enredada y omniabarcante genealogía: cada una de las santas goza de la compañía de al menos un hermano o hermana, una tía, un tío o un primo" (xvii, traducción mía). Reconstituida como una Sagrada Familia, como aquella familia fecunda que rodeaba a María y a Jesús en las pinturas medievales tardías, esta santa 'compañía' se convierte en un microcosmos análogo a la iglesia celeste y es un espejo idealizado de la iglesia en la tierra (Newman xvii).

Es en verdad un elemento importante de la narrativa de Elisabeth el que en su intento de explicar los hallazgos arqueológicos de Colonia, el Libro de las revelaciones crea una nueva 'familia extendida' de mártires y santos. En la perspectiva de Newman, la fuerte solidaridad y los lazos familiares que se manifiestan en el relato de Elisabeth podrían aludir también a un concepto religioso arcaico, el de la beata stirps, 'le lignage saint' que ha sido descrito, entre otros, por André Vauchez (209-215). Al realizar esta importante innovación, deberíamos subrayar que el Libro de las revelaciones dejó ciertamente atrás el fuerte carácter 'amazónico' del ejército de doncellas que acompañaron a Úrsula según los relatos anteriores y, por otra parte, ejerció una fuerte influencia en las versiones posteriores de la historia de este grupo de mártires, como hemos ya mencionado anteriormente.

En mi perspectiva, es difícil aceptar la primera afirmación de Barbara Newman, es decir, que el Libro de las revelaciones es 'ajeno' y 'repugnante a la mentalidad moderna' y, al mismo tiempo, asumir en su totalidad su propia línea de interpretación. En mi lectura del Libro, el texto de Elisabeth es, al mismo tiempo, fascinante, cómico y 'ajeno'; en verdad, prefiero que permanezca como un texto 'difícil' y que no se convierta en un texto que podamos fácilmente comprender y leer al aceptar -sin reservas- las interpretaciones de Newman, por atractivas y 'seguras' que nos parezcan; mi problema con su lectura es que deja de lado los aspectos difíciles e incluso cómicos que podemos encontrar en este texto, en cuanto lectores actuales. Pienso que es justamente su extrañeza la que deberíamos intentar asumir, y al hacerlo, podríamos quizás comprender, al menos en parte, nuestras propias perplejidades13.

 

ARBITRO DE LO SAGRADO

Como sabemos, el Libro de las revelaciones de Elisabeth apareció en un momento crítico de la historia del culto de Santa Úrsula en Colonia14, enfrentado por Gerlach de Deutz con la ayuda de Elisabeth, gracias a su autoridad visionaria. Podemos decir que se le pidió convertirse en 'arbitro de lo sagrado' (Brown 1995, 60) y facilitadora de unas prácticas religiosas que pudieron haber caído en descrédito si los restos arqueológicos no hubiesen concordado con la tradición hagiográfica hasta entonces vigente; el texto de Elisabeth puede ser considerado como un testimonio de su autoridad visionaria puesta a prueba en esta circunstancia específica; esto significó sin duda un desafío y un peligro que debía ser superado mediante un compromiso entre la autoridad de Elisabeth y las fuertes exigencias del culto de los santos en el contexto específico de la devoción a Santa Úrsula en Colonia. En mi lectura, Elisabeth parece haber logrado superar, en términos generales, las tensiones involucradas en su tarea, al invocar con fuerza el papel que a ella misma le cupo como testigo y como visionaria, predestinada por Dios a esclarecer los acontecimientos que rodearon el martirio de Úrsula y sus acompañantes.

Como un ejemplo de este significativo elemento de su narrativa, quisiera citar unos párrafos del capítulo 5, en el que encontramos una descripción de las circunstancias en las que ocurrieron sus visiones, y quizás más importante aún, una afirmación de su propio papel como reveladora de los detalles del martirio de Santa Úrsula, largamente escondidos; así, su conocimiento revelado sobrepasará en autoridad el de lo relatos anteriores sobre este acontecimiento:

5...Mientras se celebraba el Oficio de la Misa en honor a [los santos Judas y Simón], me sobrevino un cierto tormento del corazón, el que solía sufrir cuando los misterios de Dios empezaron a serme revelados. Después de haber sido atormentada por largo tiempo, caí en éxtasis, y así quedé en paz. Mientras estaba en el espíritu, como era usual en mi, miré a los cielos y vi a los ya mencionados mártires surgiendo desde el lugar del esplendor en el que yo solía ver visiones de los santos. Bajaron en profundidad hacia la atmósfera inferiorflonge in inferiorem aerem procedentes], y el ángel del Señor, mi guía fiel, los precedió. Hablando como suelo hacerlo cuando estoy en trance, me dirigí a ellos diciendo: "Gracias a vuestra gran bondad, mi señor y mi señora, que os habéis dignado visitarme ahora de esta manera, aunque no os estaba rindiendo servicio en este momento". A estas palabras me respondió la bienaventurada Verena: "hemos sentido que el deseo de tu corazón nos ha convocado con fuerza y por eso hemos venido a visitarte". Entonces pregunté: "Mi señora, ¿qué significa que se hayan encontrado también los cuerpos de obispos enterrados en el lugar de vuestro martirio? ¿Y deberíamos creer en los nombres inscritos en las lápidas allí encontradas? y ¿quién los escribió?" Ella me respondió: "Hace largo tiempo Dios te predestinó para esto, para que estas cosas que hasta ahora eran desconocidas sobre nosotros se manifestaran a través de ti... Puesto que el Señor se ha dignado revelarte lo que Él ha decidido dar a conocer sobre nosotros, debes tomar la resolución de ayunar con agua y pan cada vigilia de nuestra pasión, por el resto de tu vida..." (Clark, Elisabeth 215-16, traducción mía).

La lectura del Libro de las revelaciones se abre por cierto a muchos y variados temas y problemas: por ejemplo, la importancia de la leyenda de Úrsula en la historia del arte, así como en la historia de las órdenes religiosas; el importante problema del sentido de la historia de Úrsula y de sus compañeras y compañeros en el martirio, sobre todo desde una mirada de género; el alcance de la tradición hagiográfica y del tema de la autoría, así como los problemas de la escritura y la lectura en una comunidad monástica y sus efectos formativos15. En este estudio me he limitado, sin embargo, a una perspectiva que puede ayudarnos a leer el Libro de las revelaciones como una 'investigación judicial' escrita por una mujer religiosa del siglo XII en primera persona, y con fuertes elementos autobiográficos en la narrativa de sus revelaciones; esta es también una 'investigación' que dio origen a todo un nuevo linaje de santos, a una nueva historia y a una nueva memoria; por último, no podemos dejar de lado el hecho relevante de que se trata de un texto que da testimonio de la autoridad y el discernimiento de Elisabeth como escritora visionara.

Por otra parte, se puede pensar que el reforzamiento del culto de Santa Úrsula en Colonia mediante su validación fue ciertamente el resultado que las instituciones eclesiásticas de su tiempo, el abad Gerlach de Deutz y la propia Elisabeth deseaban y esperaban, sin duda alguna. Al escribir el Libro de las Revelaciones, una obra fundamentada en su autoridad de escritora y visionaria, ella logró ejercer las funciones de arbitro y de facilitadora del culto de estos santos y santas, y de sus reliquias; de ese modo, confirmó por una parte su obediencia a la Iglesia institucional y, por otra, confirmó también su propia autoridad visionaria: al usar sus poderes, Elisabeth pudo establecerse como una testigo relevante de la historia de Santa Úrsula, especialmente predestinada por Dios para dar a conocer la verdadera historia de los mártires de Colonia. Y así, gracias a la presencia de aquellos mártires y santos muertos hace tantos siglos, pudo ella misma convertirse en el 'lugar', el locus en el que "el cielo se reúne con la tierra", para usar las palabras de Peter Brown que citamos al inicio de este trabajo; a través de sus visiones, "el cielo se abrió hacia la tierra... y los santos y los ángeles se convirtieron en nuestros amigos cercanos", como escribió Ekbert de Schónau en su carta a las religiosas de Andernach a la muerte de su hermana16.

 

NOTAS

1 La traducción literal del título de la obra debería ser El libro de las revelaciones sobre el sagrado ejército de los mártires de Colonia. Existe una traducción alemana reciente, a cargo de Peter Dinzelbacher.

2 La única edición crítica de los manuscritos latinos es la de F. W. E. Roth. Ver Liber revelationum Elisabeth de sacro exercitu virginum Coloniensum, 123-138. De acuerdo con Kurt Kóster, existen actualmente 77 manuscritos de esta obra (104).

3 Una discusión detallada sobre la colaboración entre Ekbert y su hermana Elisabeth se puede encontrar en la tesis doctoral de Anne L. Clark, "The Spirituality of Elizabeth of Schonau, a Twelfth-Century Visionary", especialmente en pp. 23-32 y 145-178. Ver también para este tema Kurt Ruh, Geschichte der abendlandischen Mystik, Zweiter Band: Frauenmystik undFranziskanische Mystik. München, 1993. 63-80.

4 Este cementerio, probablemente romano o proveniente de los primeros tiempos de la evangelización de la Renania, estuvo situado entre las primitivas iglesias dedicadas a Santa Úrsula y a San Kunibert en Colonia, y llegó a ser conocido como elAger Ursulanum (Campo de Úrsula) en el siglo XII.

5 Para las líneas principales del desarrollo de la leyenda de Úrsula, he consultado la ya mencionada obra de Kurt Kóster (106-113). En su versión inglesa de la Passio II (Regnante domino), Pamela Sheingorn y Marcelle Thiébaux proporcionan una útil información sobre los principales elementos narrativos de la leyenda, que son los antecedentes del Libro de las revelaciones de Elisabeth, así como de las versiones posteriores de la historia de su martirio, claramente influidos por la obra de la visionaria. Ver "The Passion of St. Ursula and the Eleven Thousand Virgins" (Regnante domino). Estoy citando de la traducción impresa en Mary-Ann Stouck, Ed., Medieval Saints. A Reader. Peterborough (Ontario, Canada): Broadview Press, 1999. 518-533. Una introducción más extensa y sistemática puede ser encontrada en www.peregrina.com/translations/trans.html

6 "Un saint est d'abord un étre humain dont le corps posséde des qualités divinement puissantes...la personne du saint recule entiérement derriére sa potentialité corporelle", "Souvent l'on ne peut méme pas affirmer que le saint fait des miracles; c'est sa puissance qui les opere" (Van der Leeuw 232); "Un saint, c'est d'abord un cadavre, tout ou partie... son saints les morts; mieux encore, est sainte la potentialité des morts" (234), "Outre le christianisme, les religions oú les saints jouent un grand role sont l'Islam et le bouddhisme" (235).

7 El título de la obra de Elisabeth mantiene la denominación de 'ejército de mártires' que la traducción inglesa de Anne L. Clark ha dej ado fuera. El título original nos remite a la relación que se estableció tempranamente entre el 'ejército' de Úrsula y los mártires de la Legión Tebana, también venerados en Colonia, en San Gereon, una antigua iglesia de peregrinación de la ciudad.

8 La duda inicial es una fase necesaria de la santificación, así como lo vemos hasta el día de hoy en los procesos de canonización que se llevan a cabo en Roma, y esto es especialmente evidente en la admisión de los milagros. Así, el advocatus diaboli realiza una función indispensable en toda canonización.

9 Ver una discusión sobre las características generales de la literatura de Revelación en Peter Dinzelbacher, Revelationes, fase. 57.

10 Sobre la importancia de los testigos y el proceso judicial de las canonizaciones, ver el texto de M. E. Goodich, "The Judicial Foundings of Hagiography in the Central Middle Ages".

11 Ver asimismo la obra de Vincent de Beauvais en su Speculum Historíale (Libro 21. capítulos 40-44).

12 Para la obra de Guibert de Nogent, véase Medieval Hagiography: An Anthology, edición de Thomas Head, así como la traducción de De sanctis et eorum pigneribus in Opera varia, en la edición crítica de R.Huygens. En síntesis, Guibert plantea que la vida y las obras son las que manifiestan la verdadera santidad, y no la creencia ingenua que fundamentaría la creencia popular en el poder de las reliquias.

13 Quisiera recordar aquí la frase de Jean-Claude Schmitt en un estudio sobre las visiones de Hildegard de Bingen y su rechazo a los sueños. Schmitt nos recuerda que para nosotros, como lectores actuales, es más fácil comprender los sueños que comprender las visiones del modo específico en que esa autora registró las suyas (360). Esto significa que esas visiones son de hecho 'ajenas' para nosotros, y me parece que esa observación se aplica muy apropiadamente a nuestra lectura del Libro de las revelaciones de Elisabeth. Ver J.-C. Schmitt, "Hildegard von Bingen oder die Zurückweisung des Traums", en Alfred Haverkamp, Ed. HildegardvonBingen in ihrem historischen Umfeld. Mainz: Verlag Philipp von Zabern, 2000. 351-373.

14 Debemos recondar aquí el ciclo de canciones que Hildegard de Bingen (1098-1179) compuso en honor de Santa Úrsula y las once mil vírgenes.

15 Sobre estos temas, ampliamente discutidos por la crítica en los últimos años, ver los artículos recientes de Jeroen Deploige, "Anonymat et paternité littéraire dans Phagiographie des Pays-Bas méridionaux (ca. 920-ca. 1320)" en E. Renard, M. Trigalet, X. Hermand et P. Bertrand, eds., "Scribere sanctorum gesta" (77-107); Ineke van 't Spijker, "Model reading: Saint's Lives and Literature of Religious Formation in the Eleventh and Twelfth Centuries" en E. Renard, M. Trigalet, X. Hermand et P. Bertrand, Eds., "Scribere sanctorum gesta" (135-156). A propósito de la influencia de Elisabeth en la tradición hagiográfica de Ursula, ver Peter Dinzelbacher, Revelationes: "Doch der Glaube an die Authentizitat solcherTexte konnte noch weiterreichen: manche mittelaterliche Historiker benutzen sie, um andere Quellen zu korrigieren. So schreibt Alberich von Troisfontaines, dass hinsichtlich der Geschichte Kólns " omnes usque ad tempus istius Elizabeth errabant historiarum scriptores et cronographi", erst durch die Offenbarungen Elisabeths von Schónau über die hi. Ursula und ihre elftausend Jungfrauen sei der historische korrekte Sachverhalt bekannt worden". La cita de Alberich es Chron. a. a. 238 (MGH SS XXIII, p. 683), p. 66. Véase también la tesis doctoral de Anne L. Clark, en su capítulo sobre la veneración de los santos: "...Elizabeth's book about Ursula and her companions must be seen as expressing her own deep commitment to the veneration of these martyrs. These saints were mostly women, women who were martyred for their dedication to virginity, a focus of Elizabeth's own religious life, and they dwelled in heaven where they could graciously intercede for someone who had done so much to promote their honour... Elizabeth's Revelatio ties together two crucial aspects of the spiritual life of her community: the dedication to virginity and the veneration of exemplary, powerful saints" (275).

16 Ekbert of Schónau, The Death of Elisabeth en la edición de Anne L. Clark (256, mi traducción). Para la edición latina de la carta de Ekbert a las monjas Andernach sobre la muerte de Elisabeth (De Obitu), ver F. W. E. Roth (363-377).

 

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