1. ANTECEDENTES

La cultura hispanoamericana nació intercultural en el proceso de cruce, asimilación, superposición y síntesis de elementos indígenas y europeos. Los textos del descubrimiento y la invasión muestran el asombro por la existencia del otro y de lo otro, que aumentó el repertorio de modelos del mundo e hizo oscilar sus cosmovisiones. Los colonizadores conformaron textos ambivalentes entre los géneros establecidos de su época con fragmentos y memorias de discursos canónicos de la metrópoli, imitaciones de textos literarios, históricos o peticionarios, que al mismo tiempo podían ser leídos como jurídicos, testimoniales, geográficos. Esta actividad fue continuada por sus descendientes criollos, estos últimos doblemente influenciados por españoles e indígenas. Tal vez de ello depende nuestro doble carácter de europeos automodelados o inventados, y de indígenas desmodelizados u ocultados.

Debido a la necesidad de adoptar modelos hispanos y europeos para expresar principalmente contenidos indígenas (asuntos históricos, míticos, costumbres, ritos, personajes) y naturales (paisajes, fenómenos cósmicos, etc.) y a la inversa, aparecieron textos heterogéneos, interétnicos, como las memorias del Inca Garcilaso de la Vega y de Huamán Poma, la variedad genérica y los cruces textuales de la obra literaria de Sor Juana Inés de la Cruz, y más tarde los yaravíes de Mariano Melgar, los textos de Nicolás Guillén y de José María Arguedas, todos precursores lejanos y azarosos de las literaturas interculturales del siglo XX. Pero, esta interculturalidad espontánea se fue reduciendo a medida que las comunidades españolas y aborígenes se convertían en colonias europeas. La posterior transformación de los reinos americanos en repúblicas y el dominio de la racionalidad moderna sobre las culturas originales aceleró y profundizó este proceso.

No obstante, confundida con la interdisciplinariedad, la postmodernidad y el pluralismo, a fines del siglo XX la interculturalidad hispanoamericana se ha revitalizado hasta poner en duda y en crisis el concepto europeo de lo literario y lo artístico. Incluso, en algunos sectores de la poesía chilena e hispanoamericana esta interculturalidad, signo de la interacción, cruce y simbiosis de elementos dispersos, opuestos, extraños, ha coincidido con la mutación disciplinaria, signo de la traslación de unos discursos a otros, de la desactivación o abandono de los sitios canónicos. El resultado global es una situación de inestabilidad de la teoría y del proceso de la literatura contemporánea, que se acerca mucho más a la historia, la física, la investigación científica, la crónica periodística, la memoria, la religión, que a los hechos estéticos tradicionales, que ha impactado también a las disciplinas que se han acercado o han sido cautivadas por el hechizo de la literatura, como la antropología poética o literaria, el "nuevo periodismo", la novela no ficticia (Carrasco, I. 2002). De este modo, se ha alterado profundamente el tipo de texto que ha conformado el corpus literario, incorporando lenguas, temas, procedimientos retóricos y enunciativos, tipos nuevos de composición, modos distintos de interpretarlos de acuerdo con los nuevos contextos históricos y modelos cognitivos y con ello, los criterios de canonización literaria.

 

2. LA INTERCULTURALIDAD: UN HECHO SOCIOCULTURAL Y TEXTUAL

A medida que diversos grupos indígenas -sobre todo de mapuches-, de chilenos exiliados y de extranjeros han incorporado su lengua, su cultura, su literatura y su discurso público en la sociedad chilena global, se han desarrollado problemáticas étnicas, socioculturales y textuales intensamente marcadas por la interculturalidad, por lo cual esta ha aparecido vinculada a la reflexión sobre la interacción de lenguas, culturas y grupos étnicos y socioculturales diferenciados, a las identidades y a valores asociados a los derechos humanos.

La interculturalidad aparece cuando las sociedades en contacto descubren y aceptan la existencia de los otros -vecinos, extranjeros, invasores, rivales, enemigos, prójimos a fin de cuentas- con quienes es inevitable y necesario convivir, y las posibilidades de compartir lenguas, espacios, experiencias, de hacer suyos ciertos conocimientos y expectativas de las otras personas y culturas, y de crear ámbitos de intersección.

Por ello, el término y los conceptos de interculturalidad que se han introducido en libros, congresos e investigaciones permiten definir tanto a ciertos tipos de existencia y de comportamiento sociocultural, como también a cierto tipo de discurso que ha alcanzado en la expresión literaria su mayor desarrollo, complejidad y nivel estético en nuestro país.

Básicamente entiendo la interculturalidad como un proceso de interacción entre sociedades diferenciadas en contacto y/o comunidades o grupos en el marco de una sociedad global, en cuanto dicha interacción provoque modificaciones recíprocas y cree espacios culturales nuevos resultantes de la integración y transformación de elementos culturales heterogéneos. No entiendo la interculturalidad como una herramienta de asimilación o de aculturación controlada unilateralmente para lograr el dominio de una sociedad más débil o, bajo una integración legalizada, borrar las diferencias de etnia, género, clase u otra connotación. Interculturalidad es una concepción integradora, dinámica y abierta de la sociedad, por lo tanto, propia de un tipo de comunidad consciente de su etnocentrismo, alejada de criterios chauvinistas excluyentes y dominantes, que valora la variedad, la reciprocidad y el respeto por el otro en la interacción cotidiana e institucional, un espacio de encuentro, diálogo, intersección o confluencia de culturas en el cual nacen formas nuevas de convivencia, comunicación y discurso.

Las relaciones interculturales entre los distintos grupos de una sociedad compleja, migrantes o arraigados en un territorio específico, fundadas sobre la base de una o más lenguas, pueden ser simétricas, en cuanto expresan relaciones de igualdad o semejanza entre ellos, o asimétricas, en la medida en que se establecen sobre la dominación, el conflicto, la dependencia, la discriminación.

La interculturalidad es un problema complejo y multifacético, porque la aceptación de su existencia y su concepción dependen del lugar sociosemiótico desde donde se plantee. No es lo mismo concebirla desde una sociedad instalada que recibe visitantes y habitantes de sociedades heterogéneas, cercanas o distantes, y los deja vivir temporal o permanentemente en su territorio formando parte de una sociedad multicultural, que pensarla desde una sociedad indígena que siempre ha vivido en un territorio propio que es invadido por una sociedad tecnológica y bélicamente más poderosa, la que conforma la sociedad global y obliga a rearticularse a las comunidades originarias para sobrevivir.

El primer caso es el de Estados Unidos, donde personas y grupos que portan su propia cultura desean incorporarse por necesidades económicas, laborales y profesionales, y necesitan encontrar un espacio por el cual deben competir con otros seres humanos y culturas. Allí, los problemas fundamentales son de adecuación en una estructura abierta pero férreamente controlada desde el poder político e ideológico, por lo cual el problema básico que aparece es la comunicación entre lenguas y personas distintas pero con objetivos confluyentes, lo que deja en segundo lugar, anula o elimina las diferencias ideológicas bajo un nombre común, "americanos". Este término unifica, nivela y uniforma a los habitantes del país y tiende a eliminar la identidad de los seres que viven en las otras Américas ("american" se refiere solo a los estadounidenses, olvidando que el resto de los habitantes de las Américas son también "americanos"), por lo que asume por lo general connotaciones de colonialismo y conservadurismo.

En cambio, desde la perspectiva de los pueblos indígenas, su uso representa la necesidad de ser considerados como sociedad diferenciada o autónoma en el mismo nivel que las otras con las que conforman la sociedad global, estableciendo la posibilidad de interacciones fundadas en la aceptación de identidades distintas, justicia, respeto recíproco, recuperación de bienes vitales y simbólicos, expectativas de convivencia pacífica. En otras palabras, la noción de interculturalidad para los indígenas es una utopía expresada en discursos artísticos y públicos, pues implica proyectos políticos de liberación, de reconstrucción de formas de vida fundadas en valores ancestrales, de interacción igualitaria con los programas modernos de desarrollo. Pero ello no supone identificarla ni confundirla con el indigenismo, aunque a menudo estas posiciones aparezcan interconectadas. Elicura Chihuailaf, por ejemplo, en su Recado confidencial a los chilenos aclara que la postura de los mapuches que luchan por sus derechos no es un "comportamiento antichileno" y que si "ellos también están por luchar por el logro de una sociedad más justa, tenemos muchas cosas en las cuales converger. /.../ A los chilenos les decimos que deben aceptar que este es un país pluricultural, que nosotros tenemos una cultura distinta de la chilena, y que consideramos que es legítimo que los mapuche sigamos siendo tal cual somos. Que nosotros queremos seguir existiendo como Pueblo. Queremos que siga nuestro idioma, que siga existiendo Lonko y Machi. Queremos recuperar nuestros derechos como Pueblo, queremos ser nosotros los que diseñemos y controlemos nuestro proyecto de vida/... / Entonces para eso debe existir el espíritu, la voluntad, la claridad de ponernos a conversar con respeto para establecer una alianza con los que aspiran a una sociedad mejor, a una sociedad más justa en este país" (1999: 167-8 y 170). Chihuailaf sustenta su postura en la convicción de pertenecer a una comunidad que forma parte de un país multiétnico, que es una entidad diferente, con sus propios derechos pero que tampoco es uniforme, porque "Hoy día el Pueblo mapuche es también, en sí mismo, una pluralidad" (íd.: 212).

La discusión sobre la interculturalidad ha emergido en distintas disciplinas y prácticas sociales (antropología, educación, etnoliteratura, semiótica, etc.) en un intento de comprender mejor las sociedades y culturas indígenas, macrosociedades multiculturales y culturas en contacto, además de superar conceptualizaciones reductoras o aberrantes. Aunque se usa en las Américas aproximadamente desde 1970, todavía no existe un consenso teórico sobre ella y los sentidos que se le asocian son todavía un tanto vagos. Por ello, a veces se tiende a confundirla con la multiculturalidad, entendida como la coexistencia de varios grupos étnicos en una misma entidad política, aunque también resulta lógico considerar que la interculturalidad, en cuanto sistema relacional entre etnias y culturas, contribuye a constituir más que derivar de una multiculturalidad, y otras veces con el interculturalismo, que es un movimiento de promoción de un modo de existencia o una sociedad intercultural.

Desde la perspectiva de los contextos que incluye para su realización, pueden distinguirse dos clases de interculturalidad: la sociocultural y la textual.

La interculturalidad sociocultural es el proceso de comunicación y convivencia natural y cotidiana, y de apropiación de elementos, hábitos y estructuras culturales de las comunidades humanas en contacto para ampliar y diversificar la propia y la otra cultura. Ha surgido principalmente de la experiencia asimilada durante distintos procesos y factores históricos, tales como emigraciones, colonizaciones, movimientos etnicistas, relaciones fronterizas, democratizaciones.

La interculturalidad textual es el proceso de comunicación entre personas y grupos mediante discursos o textos de distinta condición étnica y cultura. Se manifiesta a través de la oralidad y la escritura, ambas dependientes de distintas situaciones y contextos de comunicación intercultural. Esta, según Miquel Rodrigo, es la comunicación entre las personas que poseen referentes culturales tan distintos que se autoperciben como pertenecientes a culturas diferentes; la tendencia a la percepción selectiva de las diferencias contribuye a la producción del fenómeno de atribución identitaria (1999: 12).

La interculturalidad textual está conformada por una serie de discursos, entre los que ha logrado un desarrollo mayor el discurso literario. Se puede caracterizar la interculturalidad literaria como la relación entre etnias, culturas, lenguas y dialectos producida en textos reconocidos como literarios por la institución literaria chilena, que se modifican y transforman en la compleja situación de interacción o reciprocidad en que se hallan. La situación intercultural modela y sirve de contexto a los textos en los cuales sujetos autoriales y discursivos dialogan, compiten, denuncian, construyen géneros textuales, conforman doctrinas e imaginarios, proponen experiencias estéticas, etc., a partir de sus etnocentrismos. Se trata, por lo tanto, de procesos de construcción y redefinición textual e identitaria en los que se confunden lenguas, dialectos y discursos aborígenes, extranjeros y criollos, además de retóricas y poéticas tradicionales e innovadoras.

Otro elemento fundamental de esta teoría es la identidad intercultural, que podemos definir inicialmente como un tipo de identidad característico de sujetos y comunidades que reconocen el carácter sincrético, híbrido o mestizo de su comportamiento sociocultural. Hugo Carrasco ha iniciado la reflexión sobre ella a partir de sus estudios sobre la textualidad y la cultura indígena y particularmente de la poesía mapuche considerada uno de los tipos de discurso intercultural, o sea, generado en interacción directa y expresa con la cultura global de la sociedad nacional. Se funda en la existencia de la expresión de la identidad etnocultural mapuche en el discurso poético, cuya funcionalidad performativa, vinculada al carácter de testimonio o manifestación identitaria de los textos, es uno de los aspectos comunes en que la poesía coincide con otros discursos interculturales vigentes, como, por ejemplo, el discurso público (2004).

 

3. EXPRESIONES ACTUALES DE LA INTERCULTURALIDAD LITERARIA EN CHILE

La simbiosis del prestigio de lo europeo con la revaloración de lo indígena a partir de la década del 70 ha desarrollado un énfasis intercultural en la literatura actual, superando las corrientes dicotomistas y reduccionistas del realismo, el indianismo y el indigenismo.

Durante mucho tiempo se ha pensado que la cultura y la identidad chilenas son uniformes, estables y de carácter europeo. No obstante, la lucha permanente de las comunidades mapuches en distintos ámbitos (bélicos, jurídicos, económicos...), la arraigada permanencia de colonias extranjeras, la infaltable imagen de grupos desplazados y excluidos, como los peones, inquilinos y temporeros, la gente del hampa, los chilotes, pampinos o mineros, determinados hechos históricos que han determinado o acelerado el destierro de escritores, etc., han dejado en evidencia que nuestro país es complejo, que sus distintos sectores nacen, viven y mueren en interacción, y las culturas e identidades que van conformando son variables, interconectadas con el interior y el exterior del país y en proceso recíproco de adaptación, asimilación y adecuación.

La representación artística más definida de esta situación históricocultural es la dimensión intercultural que ha desarrollado la literatura, sobre todo la poesía, cuyas manifestaciones principales son hasta el momento la poesía etnocultural, la literatura del exilio y de los inmigrantes

 

3.1. La poesía etnocultural

El concepto y el término de "poesía etnocultural" fueron propuestos para definir un tipo particular de poesía en una ponencia leída en 1988 y publicada al año siguiente en la Revista Chilena de Literatura (I. Carrasco 1989); ha sido reconocida por varios investigadores, como Cedomil Goic, Maximino Fernández, Hugo Carrasco, Claudia Rodríguez, Sergio Mansilla, Marcela Prado, Oscar Galindo, entre otros.

Un fenómeno análogo encontramos en la inicial poesía lírica española, hacia el siglo XI, en el período de los reinos taifa y el dominio árabe en la península ibérica. En el contexto de las distintas formas de contacto entre los grupos étnicos, matrimonios interraciales y núcleos familiares bilingües y biculturales, aparecieron las jaryas que eran versos en lengua romance incluidas al final de un texto mayor de estilo culto, las muwassahas árabes.

También la literatura chicana y latina de los Estados Unidos presenta analogías con la literatura etnocultural; sus textos oscilan entre una manifestación bilingüe o monolingüe en inglés, presenta sujetos de conciencias fronterizas que recuperan la memoria histórica de las dictaduras que han provocado emigraciones obligadas de sus países viviendo procesos de recontextualización transnacional y transcultural, sujetos plurales, heterogéneos. Constituye una expresión del anhelo de mantener vínculos con su historia, su lengua, sus tradiciones por parte de grupos migrantes, de su inevitable convivencia con la cultura norteamericana y de la conciencia de las múltiples tradiciones que forman parte de la sociedad contemporánea (Skar 2001).

En términos generales, la literatura etnocultural se caracteriza por el uso de superposiciones interculturales, textos de codificación dual o plural, collages etnolingüísticos indígenas, europeos y criollos, autoría y enunciación sincréticas, híbridas o interculturales, intertextos transliterarios, entre otras estrategias, para investigar, denunciar y reconstruir espacios étnicos y socioculturales tensos, separados, opuestos por el etnocentrismo, la violencia, la discriminación, el genocidio, como también por sueños y utopías de diálogo interétnico. Esta literatura se ha producido en las intersecciones de dos o más culturas en contacto o superpuestas en una sociedad global étnicamente heterogénea, en las posibilidades de reflexión crítica y autocrítica que permiten o posibilitan la educación, la cultura y la institución literaria predominantes en ella, en los espacios de articulación de dos o más textualidades en contacto o parcialmente paralelas, como son la escritura artística de origen europeo (literatura), las etnoliteraturas indígenas (orales o recuperadas por la recopilación, la transcripción y la traducción) y las literaturas criollas originadas a partir de la primera.

La condición etnocultural de una literatura o etnoliteratura surge de la relación generativa de un sector de ella con las problemáticas de la interacción entre grupos étnicos, formas y niveles distintos de cultura, normas y reglas sociales que operan en sociedades, ritmos históricos y espacios geográficos, diferentes pero interconectados, y entre lenguas, interlenguas y dialectos antiguos y modernos, indígenas, europeos y criollos; en otras palabras, en relación con la interculturalidad cotidiana y permanente de Hispanoamérica, un entramado intercultural que subyace en sus obras de arte y en sus manifestaciones culturales, poniendo en crisis las perspectivas etnocentristas predominantes hasta ahora.

La literatura etnocultural puede definirse como un tipo artístico de textualidad bilingüe o polilingüe, fundada en la experiencia de la interacción de grupos étnicos portadores de culturas, tradiciones artísticas, lingüísticas y textuales diferenciadas, que confluyen en el marco de una sociedad global donde comparten formas de vida, espacios, acontecimientos y experiencias. Ha existido en la marginalidad de nuestra institución literaria y ha sido relegada a ese lugar por el etnocentrismo de la teoría y la crítica literarias predominantes, mejor preparadas para adaptar los textos hispanoamericanos a los modelos europeos vigentes que para valorar su diferencia. Su peculiaridad consiste en la transgresión o ruptura de la norma homogeneizante impuesta por los cánones europeos, para fundar un ámbito de proyección de una experiencia plural, heterogénea e interétnica del mundo, opuesta a las formas masificadas, homogeneizadoras del neoliberalismo globalizante que invade todo, instituyéndose en un discurso de resistencia ante las culturas hegemónicas.

Por otra parte, no se reduce a textos sobre sujetos atravesados por problemas de (inter)culturalidad, sino que el sujeto enunciante mismo se constituye como conciencia sabedora de su condición etnocultural, que usa como estrategia de resistencia contra la dominación neocolonial y como dispositivo de relectura de la historia para proponer una nueva lectura del relato histórico y una nueva manera de recordar y construir imágenes de futuro (Mansilla 2002:95 y ss.).

El enunciado de estos textos es de carácter intercultural, por tanto, explicita las problemáticas del contacto interétnico e intercultural, mediante el tratamiento de los temas de la discriminación, el etnocidio, la aculturación forzada y unilateral, la injusticia social, educacional y religiosa, la desigualdad socioétnica, la marginalidad, el mestizaje, la explotación, la aculturación forzada, el genocidio, la reetnización.

Su enunciación es sincrética, intercultural o heterogénea, es decir, un acto productivo del enunciado que incluye un sujeto plural heterogéneo que integra distintos saberes y puntos de vista etnoculturales y se presenta como investigador social, protagonista o participante étnica o socialmente implicado en los contenidos que despliega, lo que permite incorporar distintos modos de expresión, como el relato, el testimonio, el informe, la descripción. Esta modalidad enunciativa hace resaltar las voces de variados sujetos, que son portadores de un saber sociocultural y lingüístico sincrético e intercultural condicionado por los problemas de la identidad étnica y el etnocentrismo.

Junto a estas estrategias textuales específicas, en el nivel global o integrativo del texto aparece una modalidad muy característica del texto etnocultural que modifica y transforma diversos materiales lingüísticos y gráficos en literatura, que es la codificación doble o plural en sus variantes de doble registro (complejo textual constituido por dos versiones escritas en lenguas diferentes de sociedades en contacto) y collage etnolingüístico (yuxtaposición de serie de enunciados en lenguas diferentes, que corresponden a culturas distintas desde un punto de vista étnico, propios de sociedades en interacción). Otro procedimiento del mismo nivel es la intertextualidad transliteraria, que consiste en la relación transtextual con textos y textualidades de índole no artística pero incluidos en su circuito comunicativo por la tradición (históricos, cronísticos, científicos, documentales, legales, religiosos). Además, incluye diversas técnicas de reescritura, superposición, representación, y se encauza especialmente en las posibilidades de la elegía.

Esta forma de expresión literaria y cultural se ha desarrollado básicamente como poesía, caracterizándose por la singularidad de un lenguaje afincado en tradiciones, historias, artes, dialectos de las comunidades étnicas y socioculturales del país de la zona sur-austral desde Temuco a Chiloé, por el realce de las problemáticas interétnicas e interculturales de estas zonas de mayor contacto entre grupos indígenas, españoles, colonizadores, criollos y mestizos. Son textos codificados en forma plural, que integran enunciados o frases en distintas lenguas, fragmentos discursivos de carácter etnográfico, testimonial, folclórico, cartográfico, cronístico, literario, mediante técnicas de montaje, superposición o alusión.

Al fomentar la toma de conciencia de la situación de interculturalidad por parte de los grupos étnicos implicados y de la sociedad global, los escritores etnoculturales han motivado la expresión literaria de minorías étnicas (los mapuches constituyen el caso más destacado) y regionales (como los chilotes), además de la investigación sobre culturas indígenas y tradicionales en proceso de extinción o ya destruidas, como es el caso de los selknam, yámana y qawashkar, realizada principalmente por Juan Pablo Riveros. Ello se ha dado en interacción con la revitalización literaria de formas dialectales, la aparición del código escrito de lenguas indígenas, particularmente del mapudungun, el uso de variados medios icónicos (como el mapa, la fotografía, el dibujo), junto a sus procedimientos específicos. Para expresar en forma consecuente la situación de contacto interétnico y cultural, los poetas han aprendido, modificado y mezclado distintos lenguajes y tipos de discurso, tales como el mapudungun, el español estándar, el dialecto de Chiloé, los discursos cronísticos, históricos y etnográficos de las ciencias sociales, las cartas, etc.

Los iniciadores del discurso etnocultural en la poesía chilena son Luis Vulliamy, con su libro Los Rayos No Caen Sobre la Yerba, publicado por Nascimento en 1963, y Sebastián Queupul Quintremil, que en diciembre del mismo año publicó el primer texto en doble registro de la sociedad mapuche en la revista En Viaje 362, "Dimüñ Mamll", con su versión castellana "El arado de palo", señalada allí como traducción, y en 1966 el breve conjunto Poemas mapuches en castellano, conformado por cuatro poemas doblemente codificados, en mapudungun y en español.

La poesía etnocultural se ha desarrollado en Chile por medio de tres proyectos de escritura radicados en el sur, propios de los escritores mestizos de origen europeo, de los mapuches y de los "chilotes", aunque también existen características análogas en textos aislados de escritores del norte, como Arturo Volantines en Pachamama (1987), del centro, como Cecilia Vicuña en La Wik'uña (1990) y de Eduardo Palma, poeta radicado en Argentina, en Crónicas de Winkul Likan (2002).

El proyecto mestizo criollo-europeo de poesía etnocultural, además de Vulliamy, incluye a Clemente Riedemann y Juan Pablo Riveros, autores de los libros canónicos de la poesía etnocultural: Karra Maw'n, de 1984, y De la Tierra sin fuegos, de 1986, respectivamente, antecedidos por Eric Troncoso con Maitenes bajo la lluvia, de 1965, y seguidos por Violeta Cáceres con La memoria del agua (1557), de 1999.

El proyecto mapuche tiene como objetivo crear una poesía intercultural que recupere la memoria ancestral de las comunidades nativas, y está constituido por escritores de origen y cultura mapuche que han transformado su tradición de epeu, ül, nütram, konew, en escritura regida por las normas de la literatura europea a partir de los modelos chilenos e hispanoamericanos. Iniciado por Queupul, ha sido desarrollado principalmente por Pedro Alonzo Retamal con epu mari kiñe ülkatun de 1970, Elicura Chihuailaf con El invierno su imagen y otros poemas azules (1991) y De sueños azules y contrasueños (1995), Leonel Lienlaf con Se ha despertado el ave de mi corazón (1989) y Pewma dungu Palabras soñadas (2003). Junto a ellos hay que destacar a José Santos Lincomán, Lorenzo Aillapán, Jaime Luis Huenun, Adriana Pinda, Rayen Kvyeh, Bernardo Colipan, Faumelisa Manquepillan, entre otros. 

El tercer proyecto intercultural de literatura surgido de las actividades del Taller Aumen ("el eco de la montaña", en veliche) de Castro, Chiloé, zona que mantiene una cultura diferenciada. La poesía contemporánea chilota se instauró a partir de 1975 como una instancia de reflexión y resistencia cultural al proyecto ideológico del gobierno militar, mediante la valoración, defensa e integración de la identidad regional. Los poetas chilotes que han seguido esta línea son Carlos Trujillo con Los que no vemos debajo del agua (1986), Rosabetty Muñoz con Hijos (1991) y Baile de señoritas (1994), Varsovia Viveros con Tempilcahue (1989), Sonia Caicheo con Rabeles en el viento (1993) y Salve dolorosa (1999), Sergio Mansilla con El sol y los acorralados danzantes (1991) y De la huella sin pie (1995), Nelson Torres con De Indias (1993), Mario Contreras con La gallina ciega y otros poemas (1994) y Mario García con Los palafitos ... Del paisaje (2000) (Cf. I. Carrasco 1989, 1991, 1993, 1994, 1995, 2003).

 

3.2. La literatura del exilio

La literatura de un país o región se escribe normalmente en su territorio y de acuerdo con los hábitos, normas y fundamentos definidos allí por la institución literaria. No obstante, en períodos de irregularidad cívica -dictaduras, guerras civiles- una parte de la población es impedida de ejercer sus derechos como ciudadanos, a veces es expulsada o debe huir del país para evitar la muerte o la prisión con sus secuelas de tortura, incomunicación o peligro para los familiares y participantes de su ideología. El exilio, en otras palabras, la permanencia involuntaria en uno o más países ajenos por exclusión de su comunidad natural por razones políticas, implica una serie de cambios profundos que provoca sentimientos encontrados: nostalgia, depresión, desasimiento, etc., sobre los cuales se funda gran parte de su literatura. El exilio, según M. Teresa Cárdenas, se transforma en un método de supervivencia física, económica y mental (2003).

La literatura chilena del exilio es aquella escrita por autores chilenos en relación con sus circunstancias de abandono y exclusión de la vida política y global del país, en un anhelo de intervenir en sus procesos socioculturales y de resolver sus problemas personales; no es producida en Chile y circula, primariamente, fuera del país, por lo que Jofré la entiende como una esfera cultural autónoma que se expande por el mundo, tiene como personaje principal a Chile e interpela a la sociedad chilena y, al hacerlo, se vuelve parte de ella. Es una cultura alternativa con memoria histórica. Su especificidad consiste es que es un mensaje leído en un contexto distinto al de producción, de preferencia desde otros códigos culturales, "muchas de estas obras son bilingües, acusan nuevas influencias formales y se adhieren a nuevas tradiciones. Está aquí también, diferenciadamente, la temática del exilio" (Jofré 1986: 5).

Se trata, pues, de una literatura aparecida durante el período de la dictadura y la postdictadura militar, obligada a dialogar con otras lenguas y culturas, caracterizada por la violencia descrita o implícita, la codificación plural de los textos, en español de Chile y lenguas europeas modernas, sobre todo el inglés, la aculturación, el desarraigo, etc. La conformación de los textos sobre la base de discursos históricos, cronísticos o conversacionales de carácter referencial y otros temas de índole contingente, define una escritura alegórica dirigida a recordar, denunciar o difundir los hechos más cruentos, dolorosos y crueles del gobierno de facto y sus consecuencias personales, lingüísticas, políticas y culturales sobre los exiliados y sus familias.

"He andado mucha tierra y estimado como pocos los pueblos extraños. Pero escribiendo, o viviendo, las imágenes nuevas me nacen siempre sobre el subsuelo de la infancia", escribió alguna vez Gabriela Mistral. El tema del viaje y la permanencia en países extranjeros como turismo, exilio, trabajo o simplemente vagabundeo es uno de los temas universales de la literatura y, naturalmente, también forma parte significativa de la literatura chilena. A Mistral esta experiencia le hacía valorar más el tiempo vivido cuando niña en su tierra de Montegrande, para otros, representa la vivencia de la extrañeza del mundo, de la ajenidad de la existencia, la soledad, el infortunio -Los trasplantados, Criollos en París, Jemmy Button-, pero, a partir del Romanticismo se inició una poesía del exilio político, característica de las circunstancias históricas de ese entonces, en que la experiencia de base es el dolor de la patria perdida, la nostalgia, la impotencia, el desconsuelo. Un hecho coincidente surgió a partir de 1973, en que una serie de escritores debió salir al exilio por motivos de seguridad: algunos expulsados del país por la Junta Militar, otros por razones de trabajo, de solidaridad, de miedo. Formaron parte de la gran cantidad de personas que debieron hacer su vida en países donde no habían nacido ni pensaban vivir o morir, llegando a sobrevivir en dos o más culturas, y a expresarse en dos o más lenguas.

La poeta y narradora Carmen Rodríguez, que se presenta como "mujer/ en vías de definición/en la punta de/dos lenguas" (Díaz y Etcheverry 2002: 98) testimonió esta situación en Valdivia el 4 de septiembre de 2004 durante el Seminario Internacional de Humanidades, de este modo: "En el prólogo a la versión en inglés de De Cuerpo Entero, llamada And a Body to Remember With, explico:

"Estos cuentos son el producto no sólo de un largo e intenso proceso creativo, sino también de un interesante ejercicio lingüístico. La mayoría de ellos, o al menos partes de ellos, fueron escritos originalmente en español, mi lengua materna. Hasta hace algunos años, siempre busqué la colaboración de otras personas que me ayudaran a traducirlos del español al inglés /.../ Sin embargo, en los últimos cuatro o cinco años /.../ comencé el fascinante proceso de traducirlos yo misma.

Pero sólo bastaron unos pocos intentos para darme cuenta de que me había embarcado en algo que ya no podía llamarse ‘traducción’ /.../ Y así fue como terminé escribiendo estos cuentos de manera pendular, yendo muchas veces del español al inglés y del inglés al español, hasta que sentí que las dos puntas de mi lengua y mis dos juegos de orejas se sentían satisfechas con el producto final. /.../ De muchas maneras, este proceso refleja mi doble existencia. Yo vivo y trabajo en un balancín, yendo y viniendo entre dos culturas y dos lenguas. El escribir y compilar estos cuentos me ha hecho ver que contar no está sólo en el contenido de los cuentos mismos, sino también en su proceso de creación bicultural y bilingüe. Yo vivo, trabajo y lucho en Canadá, pero no puedo olvidarme de dónde soy. Mi corazón traspasa fronteras y se estira sobre todo un continente para encontrar su casa en dos lenguas: español, mi lengua materna, e inglés, mi lengua adoptiva. Soy una escritora chileno-canadiense".

Los poetas chilenos tuvieron que salir del país de un momento a otro, por los azares de la fuga o la extradición, sin planificación de ninguna clase y en condiciones políticas, económicas, familiares y de desarrollo escritural muy dispares, su exilio estuvo marcado en gran medida por la dispersión, la heterogeneidad y la movilidad. Radicados en los lugares que los quisieron recibir o donde pudieron escapar, sin ninguna organización estable posible, por lo general aislados, con escasas oportunidades para reunirse, discutir y establecer vías comunes, no lograron una cohesión de grupo ampliado, colectivo o asociación, excepto grupos muy pequeños y otros vinculados a algunas de las revistas auspiciadas por partidos políticos entonces poderosos; tampoco pudieron mantenerse en un mismo lugar, ya que por motivaciones personales, invitaciones, búsqueda de amigos, necesidades laborales o solicitaciones políticas, debieron trasladarse de lugar con cierta frecuencia. Además, es necesario no olvidar que algunos de ellos eran poetas y escritores vocacionalmente definidos, mientras que otros escribieron solo "por suplencia", es decir, para reemplazar su actividad partidaria de protesta, agitación u organización imposible de efectuar en el extranjero. Lo anterior supone no solo la limitación temática, reducida a veces a la diatriba y el elogio, sino también una actitud diferente frente al lenguaje, la disposición del texto, la función que se le establece, la relación con la tradición literaria propia y con la institucionalidad literaria y cultural de los nuevos países.

Soledad Bianchi, quien ha estudiado más que nadie la poesía del exilio, distingue dos etapas en su dinamismo: la más cercana al golpe, donde los escritores reducen sus versos a testimoniar lo acontecido en Chile y a ellos mismos en los nuevos países donde deberán habitar, y un segundo momento en que se produce la variación de ciertos temas y visiones; Naín Nómez coincide en que la poesía del exilio ha evolucionado, pero desde la nostalgia a la búsqueda de una nueva identidad social (1986: 4-9).

Tal como señala Bianchi, al comienzo del exilio muchos poetas adoptaron una conducta política y moral que confundieron con el quehacer literario, y siguieron el paradigma de una poesía política en que el hablante posee facultades extraordinarias y se alza como guía de su pueblo y país humillados, reiterando los insultos al dictador Pinochet, causando la pérdida de la tensión poética y la fuerza de las denuncias. "Francamente utilitarios, estos escritos parecían responder a un determinado público extranjero que espera (y pide) una visión de Chile que sin ser falsa resulta parcelada en su dolor y detenida en su horror" (1992: IV).

Pero, más tarde, empezaron a aparecer imágenes de los nuevos países vivenciados como el territorio donde se vive, sin enfatizar la comparación con Chile ni centrarse en su añoranza, el español usado está salpicado de términos en otras lenguas y a veces escritos directamente en el otro idioma. En esta nueva situación (contra-exilio según la expresión de Gonzalo Millán), los escritores asumieron su condición de residentes en una realidad distinta a la chilena, sintiendo que su mundo es plural y que es necesario acogerlo en su doble faceta de dos países. Esta constatación le ha permitido a Bianchi plantear la pregunta clave: "La poesía que escriben ahora los chilenos, ¿es europea? Y para serlo, ¿a qué factores debería responder? Por supuesto no basta que haya sido escrita en Europa ni las menciones a sus países y lugares, como tampoco es suficiente la incorporación de términos extranjeros. Para entender esta obra que no se aparta tanto de la que antes produjeron los mismos autores y que, en su variedad, no se diferencia demasiado de la poesía que hoy se hace en Chile, no hay que olvidar que en su mayoría sigue escribiéndose en español pudiendo ser comprendida por una minoría de europeos" (1992: V).

Los poetas en el exilio han escrito sobre su experiencia de dos culturas, la que dejaron espacial y temporalmente en Chile, pero que permanece en su memoria, y aquella o aquellas encontradas en otro mundo, que de alguna manera se han superpuesto en sus textos; p. ej., Efraín Barquero en "Un desterronado" del Poema negro de Chile expresa la desubicación de un ser extranjero, mediante imágenes que contrastan dos espacios y lo propio con lo ajeno o enfatizan el desvaimiento, las roturas y la separación de elementos que naturalmente se dan unidos, según ha observado Bianchi, logrando un temple de añoranza, incomunicación, extrañeza: "Un hombre es desterrado a perpetuidad/y sale con un pedazo de su cuerpo/a vivir en la otra orilla del mundo/a donde sólo llega la voz de sus muertos/ Lo primero que hace es mirar esa tierra desconocida/que se escurre entre sus dedos como el azogue/y donde sus pasos mueren al andar/ Pasan algunos años. El hombre sigue viviendo/con los restos de su cuerpo y de su alma/Pero de las estaciones/sólo ve su tránsito, sus colores equivocados/Y de todas las cosas, sólo recibe sus mitades rotas". Sin duda, este poema (como muchos otros) no podría haberse escrito sin la vivencia de dos culturas. No obstante, es solo la visión de ellas la que ha cambiado, pues el lenguaje sigue siendo el mismo (el español de Chile con elementos campesinos), lo mismo que las reglas de la poesía (el verso libre cercano al versículo para referirse a la vida cotidiana, la retórica proveniente de la lírica clásica, etc., característica de la lírica de los 60 y 70).

En cambio, otros poetas han reproducido textualmente la situación de interculturalidad en que han vivido, intrínseca tal vez al exilio; entre ellos, Waldo Rojas, Armando Uribe, Mauricio Electorat, Ximena Godoy, Tito Valenzuela, Naín Nómez. Este último lo ha hecho mediante el collage interlingüístico en "Tango sentimental" de su libro Países como puentes levadizos: "Tomo un poco de tabaco y lo masco para mostrar mi seguridad/¿A quién? No me creo ni la historia del pájaro/I mean love, you know. Romantic faces, lost eyes,/happiness in the skin and the brain,/pero sé que no me crees y no es raro dado el momento/que nos ha tocado. Debajo de la mesa/mi mano busca a tientas mi propia soledad./Mi risa de guanaco se vuelve a congelar/como por enésima vez. Un dinosaurio/escupe fuego desde el fondo de la sala/y me escalofrían sus insinuaciones malévolas/ Estólido, hierático como una esfinge provinciana/finteo con la verba azulada de mis sentimientos/I believe in love and friendship, the same thing,/mi grifo de la naranjada filosófica de los griegos,/el asalto a las ciudadelas de Troya por un amor".

 

3.3. Literatura de grupos inmigrantes

Otra variedad de literatura intercultural es la escritura de grupos inmigrantes que mantienen la memoria o la práctica de una cultura originaria, las que se manifiestan a través de expresiones como la danza, la música, la religión. En el caso de la literatura, la mayoría de los inmigrantes ha escrito sus textos literarios en castellano y ha seguido los modelos canónicos de la tradición literaria de origen europeo, aunque también algunos han escrito y publicado en sus lenguas originales, propiciando una recepción restringida de orientación intracultural, como Jean Zalaquett, Mary Yanni de Atala y Abraham Atala, entre los autores árabes.

Esta literatura apenas ha sido considerada como una expresión diferenciada, pues sus escritores se han incorporado a la institución literaria chilena siguiendo los modelos comunes y, aunque han escrito sobre experiencias de inmigración de grupos étnicos particulares y su compleja y dificultosa inserción en la sociedad y cultura chilenas, varios de ellos han sido incluidos en antologías y estudios de la literatura chilena sin tomar en cuenta su diferencia etnocultural. Muchos de ellos han llegado a ser exitosos, como Diamela Eltit, Raúl Zurita, Guillermo Atías, Mahfud Massís, Jorge Teillier, Luis Vulliamy, Naín Nómez, Andrés Sabella, por ejemplo.

En la sociedad chilena la cultura hispánica se ha vuelto dominante, hasta el extremo de haberse convertido en el centro de la cultura nacional, que define la identidad global o estándar y también el canon de la literatura, por lo cual no ha existido interés en considerarla como una literatura distinta a la chilena. Pero, junto y entrelazadas a ella, se han desarrollado otras literaturas de distinta naturaleza, que han producido una pequeña cantidad de textos de calidad heterogénea. Por una parte, la etnoliteratura y luego la literatura etnocultural de los mapuches, la expresión más fuerte y evolucionada de las distintas culturas aborígenes del territorio. Por otra, las manifestaciones de los inmigrantes europeos y asiáticos que han formado colonias en el país, como los árabes, suizo-franceses, italianos, croatas, judíos, alemanes, entre los más visibles.

La gran diferencia entre las minorías mapuches e indígenas del país y las inmigrantes, es que las primeras no reconocen su situación de chilenas y luchan valiente y denodadamente por conservar o recuperar su condición autóctona, originaria, lo que es muy evidente en su poesía y ha sido destacado por los propios escritores y por los investigadores de su expresión artística y de sus discursos públicos. En cambio, los grupos inmigrantes han declarado públicamente su intención de incorporarse y adaptarse a la sociedad y la cultura chilenas, de hacerse plenamente chilenos, como lo dice, por ejemplo, el discurso de Carlos Anwandter al comienzo de la colonización alemana en el sur; a pesar de ello, los grupos inmigrantes mantienen la vivencia de valores, costumbres y creencias aprendidas en sus países de origen y amalgamadas con los elementos culturales asimilados en la nueva sociedad.

Entre las distintas expresiones literarias inmigrantes, el corpus más numeroso, diverso y de jerarquía poética sería el de árabes y judíos, especialmente en las últimas décadas (Cánovas 2004: 27-28).

La cultura árabe ha llegado a la sociedad chilena a través de la cultura española de los conquistadores con más fuerza que en otras regiones de América, tal vez por el alto porcentaje de soldados andaluces que se asentaron en el país. Esta inmigración ha incorporado un cierto tipo de vida para el que es importante el culto de la tierra madre y la apetencia de placeres físicos y estéticos (Cf. Rafide 1989), lo que explicaría el cultivo de la literatura. Entre los géneros literarios tradicionales considerados por los escritores árabes en Chile han predominado los poemas líricos, las novelas y los cuentos.

Las novelas de autores árabes están centradas en la odisea de un viajero de lengua y costumbres diferentes a los de la sociedad de acogida, que con esfuerzo, voluntad y perseverancia contribuye al desarrollo de esta nación que desconoce las vicisitudes sufridas en sus intentos de incorporación. Entre las características comunes de estos relatos aparecen el desarraigo de la tierra de origen, la asunción del ser humano en su ambigüedad y contradicciones, la "vividura" (convivencia entre hispanos, moros y judíos en la tierra ibérica, heredada por el pueblo español, en palabras de Américo Castro), las peculiaridades idiomáticas, la fonetización arábiga de vocablos españoles, las referencias a objetos árabes, la referencia a costumbres ancestrales y objetos de oriente y la sensación de diferenciación étnica sufrida por los personajes (Samamé 2002).

Estos textos muestran una experiencia cultural híbrida, según ha destacado Cánovas (2004), especificable a través de marcas étnicas, lingüísticas y subjetivas, marcas de exilio, forasterismo y extranjería, que permiten inquirir en las raíces de nuestra diversidad. Un texto destacado de esta forma de novelar es El viajero de la alfombra mágica (1991) de Walter Garib, protagonizado por Chafik, que es un personaje representativo de la simbiosis cultural entre Oriente y América: es un hijo de Aziz y de una nativa guaraní, aunque criado como árabe. Otra novela modélica es Memorias de un emigrante (1942), de Benedicto Chuaqui, concentrado en la narración de la serie de hechos y observaciones que oscilan entre la memoria de la tierra amada y la inserción en la nueva tierra de un viajero que quiere mejorar su situación económica y su estatus social.

 

4. BREVES CONCLUSIONES

La revisión que hemos hecho de la concepción de interculturalidad, de sus manifestaciones principales en el ámbito de la literatura chilena, ha permitido delimitar un espacio textual conocido en forma parcial, incompleta y a menudo confundido con fenómenos conexos, como las etnoliteraturas (representaciones orales de las memorias indígenas ancestrales), el criollismo (visión descriptiva, nacionalista y naturalista del campo chileno y las particularidades de distintas regiones), y hasta el postmodernismo. Pero, aunque es posible encontrar ciertas analogías formales y temáticas con textos elaborados desde alguna de estas perspectivas, las estrategias textuales características de los poemas etnoculturales y del exilio (codificación plural, enunciación sincrética, etc.) responden a proyectos escriturales fundados en culturas e identidades personales y grupales definidas e históricamente situadas y reconocibles.

La convivencia y alternancia de estas variantes textuales con otras anteriores ha desplazado el conjunto de la literatura chilena, en particular de la poesía, generando un panorama más complejo y heterogéneo que obliga a construir nuevos conceptos y también a leer desde perspectivas distintas y complementarias los textos que plantean la presencia de formas de ser, de vivir y, por tanto, de escribir en el territorio nacional, en otras palabras, la necesidad de una recanonización de la literatura chilena.

Por otra parte, es importante destacar que hemos examinado la situación actual de la literatura intercultural, lo que significa que no sabemos si puede agotarse o, por el contrario, lo que es más previsible, desarrollarse todavía mucho más. Si sucede lo segundo, provocaría una alteración notable en la literatura canónica chilena, incorporando una visión más compleja, integral, pluralista y humanista de la literatura y, por ende, de la realidad, a partir de un conjunto de estrategias discursivas características, nuevos espacios étnicos, mayor variedad lingüística y temas poco explorados, como las diferentes identidades del país y sus interrelaciones.

 

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NOTAS

* Este trabajo forma parte del Proyecto Fondecyt 1040321- 2004 "Canonizaciones e identidades en la literatura chilena", del cual soy Investigador Principal y que tiene como co-investigadores a mis colegas Oscar Galindo, Claudia Rodríguez y Ana Traverso, del Instituto de Lingüística y Literatura de la U. Austral de Chile.

 

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